Los expedientes, de los años 70, recogen sus datos personales, patologías, medicación y hábitos sociales

Informes de pacientes del Psiquiátrico de Toén, esparcidos en sus edificios en ruinas

La búsqueda de Laura Alonso en los montes de Toén permitió descubrir que en los edificios en ruinas que forman parte del Hospital Psiquiátrico se hallan abandonados expedientes de pacientes, facturas y libros de cuentas. Se cuentan por miles. En el caso de los informes psiquiátricos, aparecen datos de pacientes de los años 70.
Caos, decadencia, inmundicia... estrechan su cerco sobre el Hospital Psiquiátrico Cabaleiro Goás, en Toén. El abandono en que se sumen algunos de sus edificios no es nuevo. De hecho, es todo lo contrario a lo nuevo, pues hay edificiones, comenzadas a construir hace 40 años, que ni siquiera fueran finalizadas. Entre las acabadas, algunas ni llegaron a ocuparse. Lo que se ignoraba es que en la soledad e intemperie que gobierna esos inmuebles se hallan esparcidos expedientes de pacientes, miles de facturas, libros de cuentas, medicamentos, publicaciones científicas, trabajos docentes, y un largo y sucio etcétera, que quedó al descubierto por las cámaras de Telemiño (como avanzó ayer en su informativos), durante la cobertura de la búsqueda de Laura Alonso, la vecina de Toén aparecida muerta a manos de su ex pareja. Algo en el funcionamiento de este centro, cuya gestión depende de la Consellería de Sanidade, no se adapta a la Ley de Protección de Datos. Justo una legislación que en otras áreas de la sanidad gallega es invocada una vez y otra. Toén representa un caso extraño de excepción.

Identidad, patalogías, medicación o hábitos sociales de pacientes de los años 70 forman parte de la información a la que puede tener acceso aquel que explore el abandono en el que vive hoy el entorno de este centro. Porque el acceso a las instalaciones constituye otra de las debilidades del recinto. Las multiples pistas que cortan los bosques de Toén permiten el acceso al perímetro del psiquiátrico sin topar con control de seguridad.

El antiguo edificio administrativo, en cuya entrada puede verse el cartel que lo identificaba, está cercado por vegetación silvestre, y su puerta principal, candada. El acceso al sótano, en cambio, es libre. No hay ni puerta. En su oscuridad se convocan el caos, la decandencia, la inmundicia... y los expedientes de los pacientes. Son miles los papeles desparramados por el suelo. Una parte de ellos han tratado de hacerse desaparecer en una hoguera. Las huellas del fuego son perfectamente identificables. Otros muchos han resistido a la quema y a las décadas.

Miles de cargos bancarios


En la primera planta sobreviven como raros especímenes del pasado miles de justificantes de pagos, facturas, resguardos de transferencias, pagarés o cargos bancarios, algunos de los caules que pueden alcanzarse introduciendo un brazo por el enrejado de la ventana. Algunas remiten a 1972. En este año hay cargos a las cuentas bancarias del Hospital Psiquiátrico por valor de millones y millones de pesetas de la época. Todo aireado.

Laboratorios farmacéuticos, confiterías, empresas de butano, marcas lácteas, ferreterías, fábricas de galletas eran sólo una parte de los acreedores de la institución hace más de 30 años. Porque otro extenso etcétera gobierna también la primera planta. Extenso, e inmundo: la suciedad y el deterioro se advierten desde las ventanas rotas por las que el tiempo ha llevado la ruina al viejo edificio.

El año del cincuentenario del Hospital


Manuel Cabaleiro Goás (1918-1977), psicopatólogo conocido por sus estudios sobre la esquizofrenia, fue director del Hospital Psiquiátrico desde su fundación, en 1959, hasta mediados de los años 70. Bajo su dirección, la institución vivió sus días de gloria, y tras su fallecimiento, comenzó el imparable declive del psiquiátrico. Proyectos como la construcción de un pabellón de psiquiatría infantil, se abandonaron; edificios como la sala de fiestas, el salón de actos o la residencia para visitas no fueron ni completados ni inaugurados. Sobre inmuebles como el lavadero, se echó el candado cuando se hizo cargo del hospital el Servicio Galego de Saúde (Sergas). El antiguo edificio administrativo, en cuyo sótano han aparecido abandonados los expedientes de algunos pacientes, sirvió también de residencia del sacerdote, y durante un mes al año, del director y su familia. Con los años 80, los servicios de administración fueron trasladados, aunque con ellos no todos los documentos.



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