Lo que para unos supone un momento de alto contenido dramático, de doloroso duelo por la pérdida de un ser querido, para otros representa un modo de vida, un oficio necesario cada vez más especializado

La muerte sí que tiene precio, muchos oficios, y numerosas son las historias que contar

En Ourense, con una media de alrededor de cuatro mil quinientas defunciones anuales, sobreviven infinidad de pequeñas funerarias de carácter familiar, dispersas como la propia distribución poblacional, pero muy enraizadas entre los habitantes de su localidad.
Ante la muerte de un familiar son muchas las circunstancias que le sobrevienen a la familia, la más evidente la de soportar el duelo, también la de sobrellevar unas normas, que al margen del credo religioso o la ausencia del mismo, se encuentran tan enraizadas culturalmente que no se podrán desatender. Tras la muerte del finado surgirán unos trámites legales y unos gastos derivados de entre 3.000 y 3.500 euros de media, gastos que incluyen, el féretro -a los ourensanos dicen las funerarias que les gustan los de precio medio/alto-, las coronas de flores, servicios de tanatorio, tanatoplastia ?retoques estéticos relacionados con la conservación del cadáver? tasas y trámites burocráticos, esquelas en los medios, y mesas de firmas para pésames. En el rural, también habrá que contar con un servicio de autobuses.

El sector es muy reacio y poco proclive a dar cifras, a veces ni conversación, como si de las palabras se pudiera desvelar algo del 'más allá'. Ante la muerte pocos están en circunstancias ?de contrastar precios y servicios, aunque después de las conversaciones mantenidas en la elaboración del reportaje hay diferencias en el precio, y mucha en la profesionalidad en juego.

A las cifras del sepelio se han de añadir los costes del nicho o sepultura ?régimen de concesión? que en el Concello de Ourense, cementerio de Santa Mariña, van desde los 279 euros de un nicho de turno a cinco años, a los 1.424 de uno a 50 años en la disposición más próxima, y 941 euros la más alejada; las sepulturas a 75 años cuestan 6.042 euros. En los cementerios de As Caldas y San Francisco, los enterramientos son los derivados de concesiones antiguas, tras años en litigio, previo pago de tasas, a la titularidad 99 años se le suman otros 50 años.


USOS Y COSTUMBRES

Todas las circunstancias derivadas de la muerte están inoculadas en la piel del paisanaje. Es evidente que las circunstancias mudan y matizan las costumbres, también en la muerte, el ejercicio de velar el cuerpo de un difunto que hace escasos años se hacía en el interior del hogar hoy hasta la más minúscula parroquia dispone de un tanatorio o velatorio, que en ocasiones, sin cumplir en muchos casos la normativa vigente, ni estar convenientemente legalizado se mantienen por la labor que prestan a la comunidad. Otro de los servicios que se han ido imponiendo es el de la incineración, un uso hasta no hace demasiados años 'tabú', no exento de polémicas que hoy se va consolidando; hay quien aventura que en un tiempo no demasiado lejano todos los enterramientos, por cuestiones sanitarias, serán así.

La aprensión por la posesión de la última morada es un asunto obsesivo, hay incluso quien en vida la visita y mima como si fuera un destino glorioso, 'como si se estuviera adquiriendo una propiedad para una segunda vida'. Se han dado casos, comenta un funcionario municipal hace años destinado en Cementerios que un gran número de 'compradores' de las concesiones llegaban a solicitar incluso la posibilidad de verlo en su interior, 'como si las dependencias municipales fueran una inmobiliaria del ramo'. Otros planteaban la posibilidad de permutarla por otra con mejores vistas o soleada, y es que la muerte da mucho que hablar y que pensar, porque muerte desde la mentalidad gallega es un asunto serio. Uno de los proyectos más elegantes y elogiado por todos fue el cementerio diseñado por César Portela para Fisterra, el hecho de que estuviera en el monte, alejado de la civilización planteó el rechazo de los vecinos, nadie estaba dispuesto a tener otra morada al alcance de las alimañas.


DONAR EL CUERPO

No es lo más común, pero en los últimos años al margen de la pertinente donación de órganos, también se ha incrementado la donación del cuerpo del finado a la ciencia para su estudio, casi siempre en las facultades de medicina; en algunas los cupos están saturados cuando antes eran ellas las que tenían que solicitar a las morgues los cuerpos de aquellos que morían en desamparo. La donación se debe practicar en vida y con dos testigos, no se admiten donaciones sobrevenidas y tampoco aceptan a quienes tengan enfermedades infecciosas.

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