REPORTAJE

Profesor de yoga en el rural

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photo_camera Joaquín Castaño y Clara González, con el cañón del Sil como fondo.

Joaquín Castaño y Clara González revolucionaron una pequeña aldea de la Ribeira Sacra con sus clases de yoga. Ahora se van a Santiago y buscan un relevo para no dejar solos a sus alumnos, la mayoría ancianos.

En 2010, cuando comenzó a formarse como profesor de yoga, poco podía imaginar Joaquín Castaño que él y su mujer, Clara González, terminarían dedicando su vida a esta práctica. Por aquel entonces acababan de decidir abandonar Palma de Mallorca para instalarse en la pequeña aldea de San Martiño, en la Ribeira Sacra de Ourense, muy cerquita de Castro Caldelas. “Yo soy mecánico de coches y ella era vendedora en Chevrolet; traspasé el taller y decidimos venirnos, en principio un año sabático, para replantearnos la vida”. La casa familiar de Clara González fue el reclamo que necesitaban para dejar una vida que no les hacía felices y empezar de nuevo, y ha terminado convirtiéndose en su hogar.

Él fue el primero en iniciar la formación como profesor de yoga, tras años practicándolo, y lo hizo en la sede de Santiago de la Escuela Internacional de Yoga, que en unos meses coordinará, “un reto maravilloso que no podía rechazar”, explica Castaño. Su nueva vida les exigirá viajar mucho, y la pequeña aldea donde viven está demasiado alejada de los aeropuertos, así que “conservaremos la casa como nuestro refugio, pero ya no podremos seguir dando las clases”, lamentan. La pesadumbre se asoma a la voz de Castaño incluso entre la emoción que muestra ante la nueva etapa que va a iniciar: “No te puedes imaginar lo satisfactorio que ha sido poder acercar el yoga al rural y a la gente mayor, que aquí casi no tiene opciones”.

Durante estos largos años han aprendido muchas cosas, “nuestros ancianos han sido unos maestros increíbles para nosotros”, cuenta Castaño, “nos han enseñado que el ser humano es capaz de aprender hasta el último día de su vida: ellos me lo han demostrado aprendiendo a relajarse, a respirar…”. Por eso les resulta tan duro dejar de compartir ese ratito semanal con ellos: “Estamos intentando encontrar un sustituto que asuma esas clases, pero hasta ahora no ha habido suerte”.

Castaño es dulce y contagia ese buen rollo tan característico de los yoguis, y con su tono reposado explica que “estaríamos dispuestos a ayudar a nuestros sustitutos a establecerse, buscar un hogar”… Actualmente tienen clases semanales en Castro Caldelas, San Xoán de Río, Manzaneda y Trives, además de los retiros que organizan puntualmente, y también han hecho yoga con niños en el colegio de Castro Caldelas: “El Virxe dos Remedios fue el primer colegio de Galicia en poner en marcha esta actividad”, asegura Castaño.

Por eso le entristece tanto dejar esto atrás, por todas esas personas a las que han ido convirtiendo en parte de su familia. “El reto de ser formadores en la Escuela Internacional de Yoga de Santiago y coordinar sus actividades es maravilloso, pero es una vida nueva y no podemos seguir viviendo tan alejados de un aeropuerto, pues vamos a viajar constantemente”, dice Castaño, quien reconoce que su felicidad está incompleta al no poder dejar sus clases de yoga en la Ribeira Sacra en manos de otra persona, por lo que hace un llamamiento para conseguirlo: “En los últimos seis años nosotros hemos podido vivir gracias al yoga, y ayudaríamos en todo a nuestro sucesor o sucesores”.

Mientras, con un pie ya en Santiago, Clara y Joaquín empiezan a despedirse de la Ribeira Sacra y repasan lo que van a echar de menos de esta vida tranquila y pausada de los pueblos del interior de Galicia. “Te vas a reír, pero si pienso en lo que más voy a echar de menos en Santiago, además de mis clases semanales con los ancianos, es salir a pasear con el perro en pijama”, bromea. “La libertad de la aldea es increíble, poder vivir en pleno contacto con la naturaleza… Por eso San Martiño seguirá siendo nuestro hogar, nuestro refugio al que volver siempre que podamos”, concluye.

Si tienes formación como profesor de yoga, vives en la zona de Ourense y quieres seguir haciendo felices cada semana a decenas de ancianos de la Ribeira Sacra, en [email protected] están esperando tu mensaje.

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