Una vecina de Ourense se juega la silla de ruedas por un TAC averiado: “No puedo más”

"A veces me dolía la espalda en la parte baja, pero un día me quedé paralizada y desde entonces, vivo con dolor”. Emma Carcacía Vázquez empieza así a relatar el inicio de un proceso que empezó como un fuerte dolor lumbar, con el diagnóstico de una hernia en 2019, y por el que ya lleva tres intentos de suicidio, sin saber cuándo ni cómo va a acabar. Con 43 años ya está jubilada. El invierno pasado le dieron la incapacidad total: “Siento que soy una carga para mi marido y para mi hijo”, explica. En estos cuatro años se ha sometido a dos operaciones en la columna vertebral, ha perdido sensibilidad en una pierna y ahora necesita una tercera intervención por la que lleva más de cinco meses esperando: “Me tenían que operar en navidades y ya estamos a finales de mayo, no puedo más”. Asegura que está empezando a tener hormigueos en la pierna buena: “Ahora utilizo dos muletas, pero si se me duerme también la derecha me quedaré en silla de ruedas”. Por su parte, desde el hospital aclaran que el TAC intraoperatorio es “un equipamento de alta tecnoloxía” con un costo mínimo de “800.000 euros”. Garantizan que la licitación para su compra se está realizando con la “máxima rapidez que permite a normativa”, pero para cuando el aparato llegue, podría ser demasiado tarde para Emma. Tres intentos de suicidio Desde el día en que se quedó “paralizada”, en junio de 2019, ha pasado por un infierno entre el dolor, las recaídas y la depresión. La primera intervención llegó unos meses después, en noviembre: “Entre que me empezaron los dolores y la operación empecé a tener hormigueos en la pierna izquierda. Después se me durmió el pie por completo, ahí me mandaron a quirófano de urgencia y me operaron en una semana”. La cirugía a la que se sometió, conocida como “artrodesis lumbar”, consiste en fijar la columna insertando tornillos y placas en las vértebras afectadas. Pero el dolor en su pierna izquierda no cesó jamás. Emma se hizo dependiente, perdió fuerza en la extremidad y empezó a utilizar una muleta. Desde entonces toma fuertes analgésicos a diario, que apenas hacen efecto. Su estado de ánimo decayó al pensar que no volvería a ser la misma y de nuevo, antes de cumplir un año de la intervención, en febrero de 2020, volvieron los dolores. Se sometió a una segunda cirugía, esta vez por fibrosis en la columna, pero no sería hasta el invierno cuando llegaría a tocar fondo: “Me pasé las navidades entubada en la Unidad de Cuidados Intensivos por una neumonía, casi muero y al salir caí en una depresión muy grande”. “Desde que salí de la UCI, acudí a la psicóloga y al psiquiatra, pero no veo esperanza en esto”, cuenta. La ourensana lleva tres intentos de suicidio. “Tomo mucha medicación y a veces me dan ataques muy grandes de ansiedad, mi marido guarda la medicación bajo llave”. Según Emma, su psicóloga “es muy buena profesional” y le ha ayudado mucho, pero el sufrimiento y no poder trabajar es una situación que la supera a veces. El verano pasado volvieron los dolores por tercer año consecutivo, en agosto, por eso tenía cita para operarse en diciembre. “Tengo hormigueos en la pierna derecha desde hace un tiempo, y tengo miedo de que se me duerma, porque eso me dejaría en silla de ruedas para siempre, una vez se duerme es irrecuperable”. Además, su condición le ha obligado a dejar su piso en la ciudad: “No puedo subir escaleras, y no tengo ascensor en el edificio. Las distancias cortas las recorro en muletas, pero para las largas necesito la silla”. Se ha trasladado con su marido a una finca en Barra de Miño. Allí el matrimonio vive en su autocaravana. “No me acepto por cómo estoy”, dice sobre su físico. Ha sufrido cambios grandes “por culpa de la medicación”. Aunque en su salud ha habido un antes y un después, quiere seguir adelante: “Me gustaría volver a ser la misma de antes, pero como no es posible, por lo menos ser feliz. Quiero que me operen, que salga bien y Dios dirá”.

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