Viaje a Macondo

e cerró la puerta del ascensor; bajaba a desayunar, solo y saboreando una cierta desilusión, Mónica la dulce azafata de pechos turgentes, labios de rubí y ojos de mirada profunda y prometedora no me quiso envenenar aquella noche caribeña de luna llena. Me consolé en el bufé del hotel saboreando una jugosa papaya y un aguacate, ¡a falta de pan..! Pocos minutos después escuché que el responsable de producción facilitado por Caracol, el canal por el que emitíamos el programa '300 Millones' en Colombia, pronunciaba la más peligrosa palabra que escucharse pueda por estas tierras hispanoamericanas: 'ahorita'.
Temblad turistas, hombres de negocios y demás posibles víctimas, un 'ahorita' es la manifestación más inexacta y generalizada en esta parte del mundo, un 'ahorita' supone una espera, un retraso de entre, por lo menos, una hora y media y tres horas. Se refería a la llegada del coche que nos trasladaría a la base de la Marina colombiana desde la que partiríamos en un turbohélice hacia Aracataca el lugar en que nació en 1928 Gabriel García Márquez y al que rebautizó el creador del realismo mágico como Macondo.

El Comandante Fierro, con apellido de banquero español, era el joven piloto de la aeronave en la que nos acomodamos los componentes colombianos del equipo de grabación, Tico Medina y un servidor. Estábamos emocionados, el vuelo era ilusionante, resultaron noventa minutos mágicos. Buscábamos desde el aire la Ciudad perdida, unas de la ruinas precolombinas más interesantes de la zona. Le pedíamos al comandante que volara lo más bajo posible para intentar dar con ellas; el comandante Fierro se hacía el sueco y no descendió un solo pie en el plan de vuelo. Se limitó a señalarnos restos de accidentes aéreos habidos en la ruta.

Cuando en el viaje de vuelta nos explicó las razones por las que no nos hizo caso, 'algo muy nuestro' subió hasta nuestras gargantas. Aquellos restos correspondían a los aviones militares que habían sido derribados por los narcotraficantes y el, desde ese momento, amigo Fierro no quiso exponernos al riesgo que nuestro desconocimiento suponía. Cuando escuché citar el lugar de destino, la pista de Consolación, no la imaginé como resultó ser: una explanada de unos trescientos metros de larga por unos treinta de ancha cerrada por árboles en tres de sus lados. Recordé una secuencia de Mogambo, la película protagonizada por Clark Gable y Ava Gadner, en la que en una pista similar a la que íbamos a utilizar, el avión en el que llegaban los protagonistas tenía que dar una pasada rozando el suelo para espantar a un rebaño de cebras, en nuestro caso eran una manada de terneras que pacían en la pista de aterrizaje, las que huyeron con nuestro vuelo rasante. Si el aterrizaje fue acojonante, horas después en la maniobra del despegue volvimos a sentir que algo muy nuestro se salía por la boca; las copas de los árboles casi fueron rozadas por las ruedas del avión al retraerse en el fuselaje. Una vez en tierra tuvimos que caminar un par de kilómetros desde el 'Internacional Airport de Consolación' hasta los límites iniciales de Aracataca. En el camino, con un calor sofocante y una humedad ahogadera nos cruzamos con multitud de lugareños que, vestidos con camisetas sin mangas, caminaban al ritmo que salía desde voluminosos aparatos de radio, 'el radio' que ellos llamaban y que generalmente era el de la cumbia y el ballenato. Para dar emoción a nuestro periplo les narraré que ante la espantada visión de casi todos nosotros, cruzó el camino un reptil de unos dos metros de largo y cuyo grosor a mi me pareció mayor que los bíceps de Cassius Clay. Entrábamos en Aracataca, 'el realismo mágico nos daba la bienvenida'.

La tierra en que nacieron Gabriel García Márquez y el fotógrafo y caricaturista Leo Matiz Espinoza nos recibía con una de sus emociones. Por las historias y las imágenes de uno y otro, Aracataca (Macondo en creación de Gabo) se ha vuelto un símbolo y uno de los pueblos más conocidos de Latinoamérica. Caminar por sus calles resulta fascinante; el mágico nuevo nombre aparece unido a las más diversas actividades: Gasolinera Macondo, bar Macondo, Hotel Macondo. Todo sabe, huele a Macondo. Aracataca se funda en 1885 y se convierte en municipio en 1915. En 1870 tenía 292 habitantes. En 1894 llegó el telégrafo, del que se conserva la construcción original, hoy Monumento Nacional. Para 1908 llegó el ferrocarril a Aracataca, con la expectativa de un trazado final hasta el río Magdalena, ' el inocente tren amarillo que tantas incertidumbres y evidencias, y tantos halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias, había de llevar a Macondo.' Caminando por sus calles imaginé a la bisabuela del autor de 'Cien años de soledad' la gallega Doña Tranquilina Iguarán Cotés, inmigrante gallega y panadera.

Gabriel García Márquez bautizo a la madre de siete generaciones de Buendías como Úrsula Iguarán dándole el apellido de su bisabuela. Años después los habitantes de Aracataca renunciaron en un referendum denominar a su pueblo como Macondo, ¡cosas de la vida y de la política!. Recuerdo, como no, la actuación brillante de Tico Medina y de la presentadora oficial de 300 Millones en Colombia, la impresionante caleña Magda Egas, mujer bella, elegante e inteligente que recientemente ha sido condecorada por el Senado de Colombia por su labor profesional. Un recuerdo inolvidable, una historia mágica, un destino incierto.?. Colombia, un país de gente amable, inteligente y trabajadora en donde las esmeraldas son copiadas en los ojos de las caleñas mientras nos hablan en el más puro español.

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