Opinión

COBARDE

Soy cobarde, lo confieso. Muy cobarde. Por eso me atengo al dicho popular y soy consciente de que de mí no se escribirá nada. Pero eso a nadie le importa, ni a mí. Con que yo no olvide mi nombre hasta el final, tengo bastante. Hace bastantes días que huyo despavorida de los titulares de prensa, de los debates televisivos, de las palabras huecas que inundan las ondas hertzianas; de toda la mediocridad y ratería que, como cáncer en situación de metástasis invade el mundo. No quiero vomitar ya por la mañana temprano.


No quiero sumirme en la percepción de que todos hemos sido culpables, de que la inocencia ha brillado por su ausencia, por muchas voces que ahora invadan las calles. Se dejó hacer por comodidad, por compromiso, por interés, porque sí. Y este es el resultado obtenido. Me voy lejos cada día para visitar otros mundos más normales dentro de su inmensa e incomprensible complejidad. Otros mundos que superan a la mente por su misterio, su belleza y sus infinitas preguntas nunca respondidas. Mundos en los que resuenan palabras hoy día desacostumbradas; lejanías y espectáculos increíbles. Cada día abundan más las noticias y los descubrimientos que no se refieren a fórmulas de adelgazamiento, eliminación de arrugas, ni otras fantasías calenturientas; que invitan a viajar sin necesidad de sacar billete a lugares en los que no se especula con el euro, ni el dólar, ni el hambre. No hay bolsa con subidas y bajadas, ni noticias que estremezcan en lo que respecta a la justicia, tan desigual en un mundo donde siempre se habla de igualdad y nunca de equidad; no hay señores de horca y cuchillo, ni envidias, odios, venganzas y maniobras deleznables, para que quede todo en acuerdos entre los que nada pierden. Y me sumerjo también en los mundos que fueron y en los que había valor, historias nunca tan bárbaras como la presente.


En las que existía la palabra del hombre sin necesidad de firmar en papeles, y en las que se luchaba ferozmente por la existencia, pero con leyes no escritas entre los contendientes. Luchas a sangre y fuego, pero tal vez menos atroces que las actuales, hipócritamente solapadas por razones que la razón no entiende. Créanme, hay lugares a los que huir con la mente. Pero no trate de volver la vista atrás. No. No es conveniente. Puede que ante la realidad que se divise, quede convertido en sal.

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