Opinión

EL CAMPO LOÑA

Estas líneas, mis recuerdos de niño, se las dedico a mi apreciable y estimada Marifé, la que, como antigua suscriptora de este diario, cuando me lee me llama por teléfono y me dice ¿cómo tienes esa memoria?, ¿cómo puedes recordar esas cosas? Mi respuesta es siempre la misma: lo que se aprende de niño nunca se olvida.


Mi padre me llevaba al Campo Loña a disfrutar de los partidos de la U.D. Orensana. El campo tenía las gradas, de madera clara, en la zona que daba a la calle de Capitán Cortés (ahora Celso Emilio)y a la Carretera de A Lonia, pues enfrente había unos cañaverales y no sé si serían propiedad de aquel portero, de muchas y largas barbas, que trabajaba en el Hotel Miño. Allí lo recuerdo también viendo los partidos. De los futbolistas, había uno que se cubría la frente con un pañuelo, creo que se llamaba Maceda, y luego el portero, nuestro Pepe -así decía mi padre de él-, el ourensano Pita, que tiraba los penaltis de nuestro equipo, y quizás se lesionara en el hombro defendiendo la portería que daba a la Carretera de A Lonia. Todo esto no tiene transcendencia; pero lo que sí asombrará a mi estimada Marifé es el recuerdo de los cantos que los aficionados se dedicaban cuando jugábamos contra el Pontevedra. Decían así:


Orense y Pontevedra,/ bien claro está:/ como somos hermanos/ no hay rivalidad./ No hay rivalidad,/ no hay rivalidad./ Orense y Pontevedra bien claro está.

Y así se venía, cantando las dos aficiones, desde la salida del Campo. Luego, en el Parque de San Lázaro, los estoy viendo los de una y otra afición entonando primero los de aquí a los de allá:

Pontevedra hermosa villa,/ donde brillan los luceros./ También en Orense brillan/ de ti muy gratos recuerdos.

Luego, todos juntos:

Orense y Pontevedra,/ bien claro está:/ como somos hermanos,/ no hay rivalidad./ No hay rivalidad,/ no hay rivalidad./ Orense y Pontevedra,/ bien claro está.

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