Opinión

El inexorable devenir

Uf!, respiró con dificultad, sudaba copiosamente, tenía los ojos extremadamente abiertos, había tenido una horrorosa pesadilla con tal impacto que, aun despierto, era incapaz de reaccionar. Trató de recordar lo que había hecho el día anterior, sin llegar a ser Funes el memorioso, hizo un pormenorizado recorrido de las últimas veinticuatro horas. Como todos los días había madrugado, se duchó después de haber hecho los ejercicios que le mantenían ágil, desayunó copiosamente y se dispuso a leer la prensa. Estaba habituado a las noticias de todos los días: Disturbios, mensajes partidistas, entrevistas irrelevantes, catástrofes naturales, conflictos armados, atentados terroristas, incendios pavorosos, crímenes horrendos, violaciones, represiones violentas, infanticidios… no había ya noticia que le impactara de forma especial, cerró los diarios y se dispuso a leer el libro de la semana. Después de dos horas de amena lectura, encendió la televisión y a los pocos minutos un agradable sopor invadió su mente. Oía, pero no escuchaba los sonidos emitidos por el televisor; intentó despertar pero no podía, se sintió arrebatado del cómodo sillón en que reposaba habitualmente y trasladado a la fuerza a una lóbrega estancia. Tenebrosas sombras se movían a su alrededor emitiendo un fétido olor que invadía todo el aposento, apenas podía respirar. Al final de la sala una tenue luz iluminaba el rostro de un hombre barbado vestido con una resplandeciente capa blanca, se sintió fuertemente atraído por aquella imagen que identificó como redentora. De pronto la televisión dejó de emitir y un clamoroso silencio invadió el espacio creando una extraña sensación. Recordó que se levantó al instante, apagó el aparato y se dispuso a salir.

Era periodo electoral, los afiches inundaban las fachadas de los edificios de todas las calles, los lazos amarillos habían desaparecido de balcones y ventanas, banderas y estandartes eran ondeadas por entusiastas partidarios de la rotura con la norma. La universidad estaba triste y llorosa haciendo buenas a las tunas silenciosas. Una irreverencia ilustrada rompía con la normalidad académica y una tormenta anunciaba la llegada del apocalipsis. 

Locura, la mente rompe con la realidad subjetiva y proyecta los miedos de la infancia. Aterrorizando con el recuerdo de las confesiones, que redimían las almas pecadoras arrepentidas después de soportar siniestras sesiones de los, mal llamados, ejercicios espirituales; buscan la paz del alma redimida.

 Confusión, caos, niños ahogados en un Mediterráneo sediento de sangre que insaciablemente ofrece a su amo Poseidón. El orden imaginado controla vidas y haciendas, sometiendo a la especie humana a la esclavitud del dinero. Antes los cauris, luego la cebada, más tarde la plata y el oro, le siguen las monedas, el papel, el plástico y hoy la virtualidad de un dios inexistente pero poderoso, como afirma Yuval Noah: “El dinero es el más universal y eficiente sistema de confianza mutua que jamás se halla inventado”.

La angustia gana batallas a la razón, el miedo se hace presente en el dolor, el dinero pierde adeptos y los afectos ganan la partida mientras se espera a la Dama misericordiosa y necesaria. El rico y el pobre se igualan en el sino inevitable de la naturaleza. Funes recordó, recordó y murió recordando, porque nunca aceptó el devenir de la vida.

Te puede interesar