Opinión

Piratas en un mar embravecido

Ola de calor, marejada griega, tsunami islámico, tifón chino, borrasca rusa, pleamar iraní, calma cubana, tempestad africana…clima inestable; acontecimientos imprevisibles. Al timón un contramaestre joven y huraño, curtido en mil batallas vencedor de gigantes y duro de corazón. Cumple órdenes del capitán sin cuestionar sus resultados, es conocedor de que los armadores siempre exigen beneficios, no importan las bajas, no importa el procedimiento, lo único importante es que la bolsa esté llena. Las mazmorras están abarrotadas de cadáveres, en el trinquete cuelga un despojo, en el palo mayor ondea la bandera de la victoria, tiene barras, estrellas, águila, torre y osamenta, brilla intensamente y su fulgor deslumbra al que osa mirarla. Una pléyade de contables atiborra la cubierta y miles de cucarachas pululan por doquier, el chasquido que producen al ser aplastadas imprime un ritmo ensordecedor que oculta los alaridos de los que sufren tortura en la cámara de tormentos.

Territorios abrasados, barbarie controlada, huidas a ninguna parte, puertos saqueados, ágapes grasientos, drogas, alcohol, pornografía y hambre, se establecen en los putrefactos espacios desvastados por los corsarios del imperio. La victoria es total, el desierto avanza hacia la selva, la humillación de los vencidos supone carroña para los depredadores de la vida. El club selecto de los adoradores de Baal disfruta del éxito de su campaña, capataces de la esclavitud vigilan a los últimos resistentes, nadie osará enfrentarse a los vigilantes del sistema. El nuevo Reich controla el planeta; sometimiento, vasallaje, robotización, circo y pan; el ayer modernizado, ojos invisibles instalados en las neuronas de instruidos agentes del orden. El tiempo dominado, el pasado una losa, el futuro inexistente, el presente “ellos”.

Fachadas de oropel ocultan el miedo, la mentira y el dominio. Lo virtual gana espacio, lo fútil se magnifica, la arena se empapa de la sangre de los gladiadores galácticos generados por híbridos científicos de sincrética formación. Pero algo empieza a pasar, lo incontrolado se introduce en la conciencia del que lucha contra la pesadilla de una vida sin objetivos; el mar se tiñe de un azul intenso, las aguas desprenden un resplandor liberador, los pobres otean el horizonte en busca de la respuesta a sus plegarias, la semilla del instinto de supervivencia hace germinar el ansía de libertad y justicia. Y la vida brota, el manantial liberador inunda los espíritus de los que aspiran al amor. La palabra se tiñe de rojo, el dinero se reproduce, nuevas deudas, cadenas doradas de narcotizante embeleso, ninfas y sirenas entonan envenenadas melodías, niños de cristal alcanzan el éxito en competiciones programadas. Cualquier procedimiento es válido en esa lucha entre la ética y el dinero.

“La Paz empieza nunca”, titulaba Emilio Romero su novela premio Planeta en 1957, amenaza permanente de los que viven en la venganza cuando los pueblos aspiran a la esperanza. Para eso se crean flotas de navíos corsarios, bucaneros y piratas convertidos en “caballeros” del viejo reino. La ola de calor se intensifica, los grados rompen termómetros de control, la temperatura hace hervir la sangre de victimas y verdugos. La Dama del Alba espera pacientemente, es insobornable y justiciera; el capitán del barco tiembla, los armadores se esconden y los pobres sonríen, las melodías son distintas y el tintineo del dinero hiere la armonía entre la vida y la muerte. El que quiera entender que entienda. Reflexiona.

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