Opinión

LA CRISIS ACTUAL ES MÁS QUE ECONÓMICA

Con tanto hablar de la prima de riesgo o de los rescates financieros, se viene dando la impresión de que toda la crisis que padecemos gira exclusivamente en torno a los grandes números de la economía. Sin embargo, la crisis extiende sus raíces desde hace mucho tiempo a la práctica totalidad de los comportamientos humanos que tienen que ver con los valores, desde la educación cívica a la honradez, la integridad en el desempeño del trabajo en todas sus manifestaciones. Episodios como los denunciados en el seno del Consejo General del Poder Judicial, las veladas corrupciones que sólo afloran cuando interviene la justicia, el desarrollo vertiginoso del relativismo moral con el tráfico de drogas e influencias, son la punta de un iceberg que se sumerge en la desestabilización de la que sin duda es la principal de las instituciones humanas y cimiento de la sociedad: la familia.


Por supuesto, no todas las familias han sido derribadas por la oleada de egoísmo e infidelidad que ha alimentado la cultura relativista, como se ha demostrado en el Encuentro Mundial de las Familias celebrado recientemente en Milán, centrado en el trabajo y la fiesta y la familia. 'Esta tríada -afirma Benedicto XVI- constituyen tres dones de Dios, tres dimensiones de nuestra vida que deben encontrar un equilibrio armónico para construir sociedades con rostro humano', como se comprometieron a llevar a cabo los miles de familias allí reunidas venidas de todos los continentes.


Sin embargo, corresponde a los estados establecer los medios oportunos para que la sociedad avance a partir de la estabilidad familiar. De ahí que sea muy de alabar que el Gobierno actual no haya descuidado la atención que merece la familia como institución básica de la sociedad, y que haya anunciado un plan integral de apoyo a esta institución. Según la ministra Ana Mato, el plan está destinado a mejorar la fiscalidad, armonizar los horarios laborales con la atención al hogar y, sobre todo, respaldar a las familias numerosas y el derecho de maternidad que implica la defensa de la vida. Todo ello después de reconocer algo que otros gobiernos han descuidado intencionadamente: la función social que representa la familia que como ha dicho el papa en Milán es la fuerza capaz de transformar el mundo.

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