Opinión

JULIÁN MARÍAS, SIEMPRE ACTUAL

El necesario recorte del gasto público en las comunidades autónomas aconseja releer algunas de las afirmaciones que hacía Julián Marías en su libro 'La España Real' a mediados de los años setenta. Decía el autor: 'Por eso, cuando se pregunta cuánta autonomía debe tenerse, hay que contestar: toda la necesaria en cada nivel, desde ayuntamiento hasta la nación, y nunca la que signifique tomar decisiones unilaterales sin contar con los demás. Lo que no es una autonomía es la duplicación (multiplicación) de las estructuras administrativas, la creación de mini estados que repitan las mismas formas e instituciones en cada nivel. Ante todo, porque es un lujo insostenible, que luego nadie está dispuesto a pagar'. En otra parte añade: 'La autonomía tiene que asumir y no duplicar funciones. Consiste en que las unidades autonómicas hagan las cosas que el Estado Nacional ya no tendrá que hacer, sin olvidar nunca que el reverso de la autonomía es la responsabilidad. El Estado debe reservarse las funciones que afectan al conjunto del país y que las autonomías no puedan ejercer bien o con suficiente coordinación y vigor.'


Con la perspectiva, que nos da el tiempo, parece que los temores del filósofo se han cumplido.El monstruo burocrático en España ha crecido de modo desmesurado, siendo las comunidades autónomas una de las principales responsables del déficit. Esta toma de decisiones unilaterales que decía Marías, ha llevado a verdaderas aberraciones como por ejemplo la construcción de aeropuertos que apenas se usan o la descoordinación en áreas como la sanidad, la justicia y la enseñanza entre diferentes autonomías.


En principio, parece positiva la descentralización, porque en el fondo muestra una mentalidad subsidiaria del Estado, pero usando como criterio la mejora de la gestión y el bien común y no como cota de poder del partido nacionalista de turno. Estos partidos tienden a poseer y a veces poseen una influencia desproporcionada. Fruto de la debilidad de los grandes partidos nacionales o de su incapacidad para trazar un camino común en las cuestiones esenciales.


Hace falta coraje y altura de miras por parte del Gobierno y del principal partido de la oposición, para discernir que competencias debe asumir el Estado, contrarrestando la fuerza centrífuga de los nacionalismos y qué competencias deben ser transferidas.


Esta podría ser una buena receta (no la única) para ayudar a salir de la crisis.

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