Opinión

EL 'PAPA PROLETARIO'

Desde el siglo XIX, el primero de mayo es el día de la solidaridad y de la lucha por la justicia de los hombres del trabajo. La providencia ha querido que este año, el primero de mayo coincida con el domingo de la Divina Misericordia, fecha litúrgica en la que murió Juan Pablo II y en la que se celebra su beatificación. De este modo, la misericordia de Dios queda inseparablemente unida a la solidaridad como magnífico resumen de la vida y el mensaje del nuevo beato a quien le gustaba ser reconocido como el primer 'Papa proletario'.


En efecto, cuando Karol Woytila fue nombrado arzobispo de Cracovia, las protestas de una parte del clero no se dejaron esperar: la sede primada de Polonia nunca había tenido un arzobispo nacido fuera de la aristocracia. El mismo lo relata en sus memorias, para concluir diciendo y con orgullo que fue el primer 'arzobispo proletario'.


Del mismo modo ha sido el primer papa proletario de la historia. Sucesor de Pedro el Pescador, y con el antecedente inmediato de San Pío y el beato Juan XXIII educados en el trabajo de campo, Juan Pablo II ha sido el primer papa curtido en la dureza de la vida de esa nueva clase social surgida de la explotación del industrialismo capitalista y de las luchas solidarias de la clase trabajadora. Juan Pablo II fue obrero industrial en las canteras de Solvay y después alentó, como sacerdote, la formación de militantes que darían lugar a la creación del sindicato Solidaridad. Había sido ya seminarista obrero en la clandestinidad. Después, mientras se doctoraba en Roma, pasaba los veranos visitando las experiencias apostólicas de la Juventud Obrera Católica de José Cardijn, el sacerdote con el que Pío XI creyó en el protagonismo de los pobres para evangelizar a los pobres.


Su magisterio es incomprensible sin entender la cultura obrera. Su propuesta antropológica que afirma que el hombre es el camino de la Iglesia, se concreta en esa afirmación: Trabajo sobre capital. Sin la cultura del movimiento obrero, no se entiende cómo pide a las familias en la 'Familiaris Consortio' que su objetivo no sea luchar sólo para sí mismas, sino erradicar el hambre en el mundo. Sin esa tradición de lucha solidaria, no se entiende la 'Christifideles laici' donde se define a los laicos por la caridad política. Y gracias a esa cultura, pudo asumir la aspiracióno de los pobres de la tierra a la liberació en 'Sollicitudo rei socialis', denunciando la explotación que sufren como una estructura de pecado que debe ser erradicada.


Dios, rico en misericordia, que se revela en la humanidad de Cristo, es solidaridad, y el hombre creado a su imagen y semejanza debe ser solidario. Solidaridad del trabajo, que en sí mismo es interdependencia entre los hombres y los oficios y raíz de la lucha asociada a los pobres en pro de la justicia y solidaridad entre todos los pueblos de la tierra, en una interdependencia que hace hoy más evidente que más allá de las fronteras hay una sola familia humana.


En una palabra, sin la fe cristiana que sostiene la solidaridad humana, porque el hombre es imagen y semejanza de Dios solidario, como Trinidad y sin la cultura del Movimiento Obreroo es incomprensible el magisterio social de Juan Pablo II. Nos lo afirma él mismo en la 'Laboren exercens' y lo ha repetido Benedicto XVI en la 'Deus est caritas'.


Por eso, el primero de mayo, día que recuerda a quienes dieron su vida por la dignidad del trabajo y la lucha por los pobres, es el día más adecuado para la beatificación del 'Papa proletario'.

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