Opinión

"Boom, boom"

¿Por dónde andas doctor Varela? ¿Qué ha sido de ti, mi querido rival? Estoy con el viejo entrenador que estaba aquella mañana lluviosa de domingo de los 60 en el estadio del Couto. ¿Recuerdas? Tres mil metros lisos. Tú eras el campeón. Yo lo era de ochocientos metros. Han pasado muchos años. Hoy te voy a descubrir mi trampa de aquella carrera. Al final tú llorabas desconsolado en los vestuarios. Los tuyos, los de Maristas, marcharon decepcionados. Deportivo, me extendiste tu mano temblorosa y dijiste muy bajo: “Habrá revancha”.

¿Recuerdas?, el estadio tenía unas espléndidas pistas de atletismo. Después, algún alcalde las suprimió y el campo quedó mutilado. Eran buenos tiempos para el atletismo. Ay, mi querido doctor Varela, espero que con esto te eches unas risas y no me odies. Aunque sé que fue dramático para ti.

Lo cierto es que aquellos tres mil metros clausuraban los juegos escolares. Las gradas llenas. Tú tenías todas las ventajas, eras el campeón. Los tuyos coreaban tu nombre, los de Cisneros el mío. Ay, pero no era mi especialidad. Gritaban los tuyos: “¡Cisneros, golfos!” Los míos respondían: “¡Iros a rezar el rosario!” Faltaba media hora. Tú me mirabas altivo mientras calentabas con tus zapatillas de clavos. Yo te miraba torvamente con mis tenis “Gorila”.

Veo bajar a la pista al “Moro”, nuestro director. Aquel hombre bueno, de sotana envejecida. Sabíamos que había dado las últimas asistencias a los que iban a fusilar en aquellos crueles años de la guerra civil. También que tras la abultada sotana guardaba siempre un pistolón, una costumbre castrense. Conque me llama autoritario y me espeta en bajo, tal un secreto: “Tienes que ganarle a esos cabrones, y te apruebo esas dos asignaturas que arrastras”.

Imagínate, tenía que ganarte, Varela. Pensé, un pisotón, un codazo en tu vientre, lo que fuese. Cielo santo, miré a la grada y estaba Elena con su uniforme y sus lazos azules y rosas. Me sonrió, me saludó con la mano y después hizo una discreta “V” de victoria con sus dedos. Yo estaba perdidamente enamorado.

Así que calentaba en una esquina, preocupado y pensativo. Tú eras el jodido campeón. Pero como canta Joaquín, a veces va y el demonio se pone de tu parte. Veo que se me acerca uno de los más granujas del colegio. Le llamábamos Luisito “el Pastillas”. Su padre era médico, así que conseguía recetas de todo tipo, sobre todo las míticas centraminas que los chicos de aquella generación tomaban para estar despiertos y salvar lo que no habían estudiado durante el curso. Cierto, el cabroncete de Luisito odiaba a los Maristas, porque había salido rebotado de allí. Le escucho ahora mismo: “Pareces un toro que va al sacrificio. Pero hoy tienes que ganarle a ese canalla. Abre la mano, son milagrosas, trágalas ya”.

Ni lo pensé, creo que eran tres o cuatro, las engullí sin agua y sin nada. Faltaban veinte minutos, enseguida mi mente se agitó. Mi corazón sonaba “boom boom”, como la canción de John Lee Hooker. Pensé, “si pierdo, cualquier perro callejero será menos desdichado que yo”. 

Veinte atletas estábamos en la salida. Te clavé los ojos con la mirada de tu peor enemigo. El pistoletazo de salida sonó como el tremendo retumbar de un cañón bien engrasado. Uf, corrí veloz como el zorro que huye de los mastines, como el largo tren transiberiano por la estepa rusa. Te juro que sentí tu miedo.

(Ojalá corriese así de bien para desandar lo mal aprendido. Ay, Elena se acercó a la pista y me dio un ligero beso en mi rostro sudado. No sé, me atreví: “Corrí pensando en ti. Te cambio este trofeo por tus lazos azules y rosas”. Se rio. “Boom boom”, mi corazón a tumba abierta. Ay, Varela, fue cuando me dijiste muy bajo: “Habrá revancha”. Después te vi llorar en una esquina del vestuario.

Pasaban de las dos. Con la alegría tardé en llegar al internado. Pensé, “la que me va a caer”, llegar tarde a comer estaba muy castigado. Cuando aparecí en la puerta, un poco temeroso, vi a todo el mundo en pie. Te juro, hermano, fue el aplauso más largo y cálido de mi vida. Como si repicasen todas las campanas. 

Pero ¿por dónde andas doctor Varela, campeón? ¿Qué ha sido de ti, mi querido rival? ¿Recuerdas tu desafío?: “Habrá revancha”. Pues estoy listo. Donde y cuando quieras. Esta vez no estará Luisito “el Pastillas”.)

Te puede interesar