Opinión

Felicidad en cada momento

Ha llegado a mis manos un recuerdo bíblico. Y en concreto un texto conocido pero que bien viene recordar. Está tomado del libro de los Proverbios (30, 8) y afirma que para que una persona sea feliz nunca necesita la abundancia de bienes materiales. Basta tener lo suficiente: “Dijo el sabio profeta: Señor, que ni me falte ni me sobre; porque si me faltare desespero y si me sobra me olvido de Ti”. En el fondo coincide la idea con aquella tantas veces repetida aquí de San Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. Porque, siguiendo con el gran santo de Hipona: “Dios que nos creo sin contar con nosotros no va a salvarnos sin nuestra colaboración”.

Increíblemente siguen existiendo personajes con una gran avaricia en la práctica. Aquellos que son insaciables en sus negocios y en el afán de incrementar sus cuentas bancarias. ¿Para qué? En la realidad estos sujetos son incapaces de caer en al cuenta de que todo habrán de dejarlo aquí. Esto pasa con los negocios pero también en el mundo de la corrupción e incluso en el de la droga. Todos quieren y anhelan más y más y nunca se ven satisfechos. Es muy triste comprobar esta serie de personas que permanecen continuamente contando lo que tienen y únicamente hablan de dinero y de lo que ganan cada día. Y, en esa zozobra en la que viven para tener más, algunos llegan incluso al mundo de la corrupción o a la desesperación por la envidia al ver que acaso a su lado otros medran más que ellos.

Por eso lo cierto de esta afirmación de los Proverbios. La felicidad no estriba en tener la casa llena de cosas sino en tener el corazón y la conciencia en paz y ordenada debidamente. Suele decir un amigo mío que algunos tendrán que dormir en el ascensor un día porque sus casas ya están repletas de cosas muchas veces inútiles.

Esta es la realidad. Usted, querido lector, ¿ha hecho alguna vez revisión de las cosas que almacena en casa y que para nada sirven y al final las tendremos que tirar o dormir en el ascensor? Y esto ocurre cuando vamos a la compra con la intención de comprar una lechuga y al final regresamos a casa cargados de cientos de cosas que hábilmente la propaganda nos ha ido metiendo dentro.

Porque esa es otra. La felicidad estriba en algo bien diferente al bombardeo publicitario que continuamente nos acosa. Y en definitiva toda esa serie de “sugerencias” que nos acosan, lo que consiguen es que los productos sean mucho más caros porque en realidad la propaganda la estamos sufragando los consumidores. Pensar lo contrario es engañarnos.

Bien lo dice el texto bíblico: que si nos sobran cosas lo que estamos consiguiendo es olvidarnos de quien nos da lo fundamental de cada uno, que es la vida diaria. Porque ni el dinero ni las cosas, todas ellas finitas y caducas, conseguirán saciarnos y hacernos felices.

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