Opinión

La envidia

Bueno, la envidia y los celos. Son para mí dos de las peores enfermedades que minan la convivencia, enfrían la cercanía, crean divisiones y destruyen las otrora más solidas amistades y organizaciones. Porque estas dos lacras propician puñaladas traperas y traiciones inconfesables. Y en este contexto es difícil asimilar ciertos rumores que andan en las redes y que se transmiten en ya reiterados comentarios sobre recientes y, por otra parte, lamentables acontecimientos. Como si quisiéramos hacer buena la frase paulina que asegura que “cada uno va a lo suyo”. Una postura para mi de lo más inhumano. 

Porque las personas debiéramos estar en este mundo, estamos llamados a estarlo, para hacernos la vida feliz, en paz y agradable. Vamos, para que me entiendan, lo de la canción: “Sólo te pido, que me hagas la vida agradable si decides vivirla conmigo…” Eso es, en el fondo, a lo que estamos llamados absolutamente todos desde nuestro pluralismo y diversidad de opinión. ¿Es tan difícil saber discrepar sin echarnos los trastos a la cabeza o recordar con lupa los defectos del prójimo? Por lo que se ve, parece que así es desgraciadamente.

Para saciar su envidia y celos algunos se dedican, incluso con lupa, a ver los defectos del que camina a su lado. Tiene defectos, es indudable, pero ¿los críticos son impolutos? Lo de la mota y la viga sigue vigente. Y lo más grave de todo esto es que el mismo impacto recibe el critico que el criticado. ¿O acaso usted se queda tan tranquilo después de una critica a veces despiadada? Lo dudo. Y todo esto se alimenta en cotilleos y chismorreos de salón o de patio de vecindad. El mismo papa Francisco aludía a los chismorreos como una lacra para la convivencia. Lo recalcaba recientemente: “La tentación y el deseo de meter la nariz en la vida de los demás. Ponte en tu lugar, no vayas a meter la nariz en la vida de los demás sin perder tiempo en chismes”.

Además existe otro ingrediente para esos dos defectos y es como se magnifican ciertas cosas una vez que se extiende la bola. Cuentan una anécdota que me permito transmitirles. Una maestra en clase con los chavales hace una fila alrededor del aula. En secreto le dice al primero de la derecha que transmita al siguiente y sucesivamente cada uno al que está a su lado que Pepito faltó hoy a clase porque está acatarrado. Todo en secreto. Acabada la ronda le pregunta al último que estaba a su izquierda qué le había contado el compañero de al lado. Respondió raudo: “Que hoy entierran a Pepito”.

Todos sabemos en qué acaban muchos bulos, rumores y criticas y tenemos múltiples ejemplos de ello. Todo magnificado casi siempre porque a algunos se les hace difícil asimilar que el de al lado sea feliz, sea más rico o disfrute de la vida. La consecuencia para mí es clara: por favor viva y deje vivir sin importarle que el otro triunfe o vaya a más cada día en la vida, en sus negocios, en la familia o en las relaciones sociales. Si todos en vez de criticar estuviésemos dispuestos a ayudar, el mundo sería mejor, muchísimo mejor.

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