Opinión

Saulo de Tarso

Llegó a ser el gran San Pablo, el Apóstol de las Gentes, y a él, cuya conversión celebramos hoy, debemos en definitiva una de las notas de la Iglesia. Es católica, universal, gracias a su empeño en el primer Concilio de Jerusalén, en el que impuso sus tesis frente a los que decían que únicamente podrían ser cristianos los venidos del judaísmo y por lo tanto estar circuncidados. 

A la caída del imperio romano en el año 476 la parte oriental quedó aglutinada en torno a Bizancio, hoy Estambul, mientras occidente se fue dividiendo en reinos diferentes. Eso fortaleció la unidad de aquella zona, llegando al año 1053 y 1054 en el que primero Focio y después Miguel de Cerulario se enfrentaron al papa León IX, hasta llegar al Cisma de Oriente. Así, y por motivos más que discutibles, se dividió hasta hoy el cristianismo. Desde entonces se contempla esa división inútil e incluso la mutua excomunión hasta que en enero de 1964 en una importante reunión en Jerusalén el hoy beato Pablo VI y el entonces patriarca de Constantinopla, Athenagoras, se levantaron la incomprensible condena entre ambos sectores cristianos.

Desde aquella fecha han sido muchos los intentos de acercamiento basados en los deseos de unidad marcados por el Vaticano II en el Decreto sobre el Ecumenismo (21-11-1964). Han sido múltiples los encuentros, siendo los fundamentales los de San Juan Pablo II y el patriarca Dimitrios (8-12-87) y con el patriarca sirio Mark Dinja IV, en noviembre de 1994, así como Benedicto XVI con diversos jerarcas ortodoxos. Pero ha sido el papa Francisco quien ya se ha reunido dos veces con el patriarca Bartolomé, primero en mayo de 2014 y recientemente el día 30 de noviembre en Estambul. Ambos contactos culminaron con sendos documentos muy importantes para el ecumenismo. Sobre todo la última declaración conjunta, que puede resumirse en el titular de una revista religiosa: "La unidad no es sumisión ni absorción, es obedecer al Espíritu".

Habla el documento de diálogo y conversión y alude a las persecuciones actuales por parte de sectores musulmanes a los que tienden una mano para la colaboración mutua: "Respeto mutuo y amistad inspirados por valores comunes y fortalecidos por auténticos sentimientos fraternos. Musulmanes y cristianos están llamados a trabajar juntos por el amor a la justicia, la paz y el respeto de la dignidad y los derechos de todas las personas".

Recordando a Tertuliano afirman también que: "Así como la sangre de los mártires ha sido siempre la semilla de la fuerza y la fecundidad de la Iglesia, así también el compartir los sufrimientos cotidianos puede ser un instrumento eficaz para la unidad". Bien sería compartir este espíritu en esta semana dedicada al Ecumenismo, que hoy acaba con la fiesta del primer gran apóstol ecuménico que fue Saulo de Tarso.

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