Opinión

Puñetazo, educación y valores

La agresión sufrida por el presidente del Gobierno en Pontevedra cuando estaba paseando con motivo de la campaña electoral y donde un joven, menor de edad, le propinó un puñetazo, ha puesto de relieve varias circunstancias.

Una, la crispación que está instalada entre la clase política, sumida en una visceralidad nada civilizada y propiciada por parte de sus dirigentes, quienes como soporte argumental utilizan auténticos dardos envenenados en forma de diatribas que no tienen sitio dentro de la mera oratoria.

Otra, que estamos inmersos en una sociedad donde se han perdido los valores y, por ende, la educación y el respeto. Porque va más allá de una cuestión de orden público el hecho de agredir a un alto representante del Estado. Es además una cuestión de formas. Porque si un joven decide tal actitud y protagoniza este episodio violento, significa que el sistema falla. Significa que no ha recibido una correcta educación basada en el respeto hacia los demás -que además, empieza por el respeto hacia uno mismo- y en el fundamento de unos valores que sirven para articular cualquier sociedad civilizada.

Cuántas veces hemos comentado la necesidad de educar adecuadamente a nuestra juventud, a complementar su formación académica con la humanística. A enseñarles la importancia de tener buena educación. Un joven educado es menos proclive a comportarse como un vándalo, de esos que queman contenedores o vuelcan papeleras. Y por supuesto no pretendemos demonizar a nuestra juventud.

Las discrepancias en la forma de pensar jamás deben traspasar la delgada línea de la civilidad. El peso de las palabras no puede conllevar un lastre más allá de la oratoria. Hay que respetar siempre la opinión del adversario, que es precisamente eso, adversario, pero no enemigo, término éste únicamente admisible para contiendas bélicas.

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