Opinión

La puta crisis

Se levantó tarde, a media mañana. Tarde, o demasiado pronto ya que el día tampoco invitaba a espartanos madrugones. Serían las doce cuando, aún en calzón y camiseta, se sentó ante el desayuno que su mujer había dejado listo sobre la mesa de la cocina. La leche, fría, más por no calentarla que porque le agradara especialmente, tostadas resesas y la mermelada de naranja amarga que tanto le desagradaba. Tampoco tuvo prisa en ducharse, mucho menos en vestirse con aquellos vaqueros que había rescatado cuando Betty se disponía a echarlos a la basura en uno de sus 'desviejes' de armario. Encendió el ordenador con la intención de comprobar si en su correo tenía algún mensaje de la mujer con la que había estado chateando buena parte de la noche; nada, ni de ella, ni de los varios cientos de currículos que había enviado en los últimos meses. Llamó a su mujer. 699... ¿Hola, sí?, Betty al habla... 'Hola, ¿cómo va la mañana ?'.

Tras colgar salió a la calle, sin rumbo, sus pasos le guiaron casi instintivamente al selecto club en el que antes de que le invitaran a marcharse por sus continuos impagos, se entretenía contemplando a la camarera rubia -de oxigenado bote- que regalaba a los miembros de tan exquisita sociedad sonrisas y ubérrimos remeneos, generoso escote, carnes prietas y estudiados roces.

Volvió a llamar a su mujer. 699... ¿Hola, sí? Betty al habla... 'Oye, voy al banco a que me aclaren lo del dinero que falta de la cuenta, luego voy al súper y al café por si hubiera alguna oferta en el periódico'. Cambió de idea, no tenía humor para aguantar al cajero, ese cabrón repeinado que se reía en su jeta desde que supo que le habían echado de la fábrica. Entró, pidió el periódico, Breves, sección Contactos: 'Empresaría madura necesita sexo urgente. Pago bien'.

Lo tenía claro, necesitaban el dinero.

Llamó. 699... Una voz de mujer respondió.

¿Hola, sí? Betty al habla...

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