Opinión

Pajaritos preñados

Afrodita, la diosa del amor, tenía por mascota una paloma. Noé, tras pactar con el Sr. “Dies Irae” su salvación, se fio, a pico juntillas, de la ramita de olivo que portaba otra torcaz; Bécquer, en sus “Rimas”, cantó que las oscuras golondrinas refrenaban el vuelo al contemplar su dicha y la hermosura de su amante; el Santo Antonio de Padua -que era portugués- departía de tú a tú con las aves campestres: "Salgan cigüeñas en orden,/ águilas, grullas y garzas,/ avutardas, gavilanes,/ lechuzas, mochuelos, grajas"; el Espíritu Santo (paráclito), anduvo revoloteando por ahí, de tête en tête y de rama en himen, insuflando idiomas e inseminando vírgenes; y hasta las meigas, con sus “aeroescobas low cost”, campan a sus anchas por el éter, sin ni siquiera formular un plan de vuelo... ¡Y a nadie le parece extraño nada de esto!

Es más, yo mismo, adán de todo recato, he manifestado que desearía aprender el idioma de los pájaros, igual que el rey Salomón, para hacer cosquillas en los oídos de las féminas –¡si las haces reír las haces gemir!- y llevármelas al huerto. Y lo mantengo. Y comparto día a día el cielo con los ovnis y las aves… ¡Pero no creo en pajaritos preñados, quede claro!

No creo, por ejemplo, en el "pajarito chiquito" del pájaro bobo de Nicolás Maduro (a no ser que se refiera al que le cuelga entre las piernas). Tampoco creo el pájaro bravo de Pujol, chato de pico y carrasposo, pero aguzada la garra y la pajarera fétida. Ni creo en el murciélago del ministro “Mon-trolo” (por trolero), que no sé si es pájaro o mamífero, de agrio chillido y antiparras “radar color”: capaz de prometer picotear hasta el fondo en la gusanera de CiU, de las tarjetas black, del Ibex, y Ferrusolas; cuando tiene su partido trufado de Pujols, que si metiese dentro al jabalí -en vez de a inspectores de Hacienda conniventes- dejaría las sedes del PP con más agujeros (negros) que la cara oculta de la Luna... ¿Saben aquel del pájaro come cerebros?, pues igual: Rajoy, entre tanto, entierra la cabeza, pone el culo en pompa y se relaja: "¡furga, furga, que hasta os meolos non has de chegar!"; y usa (y abusa) del Falcon para asistir en Dublín a un encuentro con “peperos”; y tiene la cara dura (y el pelo tornasolado, como las gafas del otro) de llamar a la peste aviar que nos corroe “unas pocas cosas que no nos gustaría que se produjeran”… ¡Este gallináceo gallego que ahora pide perdón con la boca pequeña (y rociera), está instalado en la inopia, no en mitad de la escalera! Tampoco creo el “cuco del coletas” que quiere tomar el cielo por las bravas, y poner sus huevos (vacíos) en los nidos de la casta, para que la sola corrupción fecunde sus promesas. Ni creo en el piquito de oro del guaperas del PSOE, que hoy canta (y la caga) y mañana ya revolotea, tratando de sacar la pata...

Llegado aquí, quiero confesarles algo. Cuando Maduro nos saltó con aquello de: "De repente entró un pajarito chiquito, y me dio tres vueltas acá arriba, yo sentí el espíritu de Chávez, como dándonos su bendición..." ¡Les confieso que lo que yo sentí fue una descomunal vergüenza ajena!... Esto solo pasa en Venezuela, me dije; al fin y al cabo todavía mantengo, y a mucha honra, la ciudadanía de aquella República Bolivariana y, ¡bien que me duele!, cada vez más bananera.

Pero entonces me acordé de Dña. Dolores de Cospedal, la gaviota (cuanto más vieja más loca) que sobrevive tierra adentro en los basureros de Madrid: "Vamos a ver, eh, la indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido, y como fue una indemnización en diferido, en forma, efectivamente, de simulación, de simulación de lo que hubiera sido en diferido..."

¡Hitchcock, dios, qué gran película (de terror) con estos pájaros!...

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