Opinión

Pensar en Ourense

No vive Ourense su mejor momento en la esfera de la influencia sociopolítica. La tierra de los Franqueira, los Barreiros, David Ferrer, Quiroga Suárez Victorino Núñez, José Luis Baltar y  otros constructores históricos de la identidad de esta provincia, que con sus errores y sus aciertos, conseguían hacer valer su peso específico dentro del panorama autonómico y estatal. Esta desaparición de referentes con capacidad de influencia más allá de las fronteras de la provincia se ha visto en las negociaciones por la Alcaldía de Ourense y la Diputación tras las elecciones municipales, y más aún tras la renuncia de Manuel Baltar a seguir presidiendo la Diputación de Ourense. 

Sin Baltar, la Diputación perderá a corto plazo posicionamiento y visibilidad nacional e internacional

La renuncia de Manuel Baltar lleva consigo varias lecturas. La más inmediata es señalar los escasos precedentes de ver a un político renunciando voluntariamente a un sillón -y menos aún, después de ganar las elecciones creciendo en apoyo y quedando a 150 votos de la mayoría absoluta-. La decisión de anteponer el proyecto y las siglas -ahí está cómo señaló a Alfonso Rueda como sucesor de Núñez Feijóo o su implicación en la campaña del 23-J- a las cuestiones personales le honra. Con sus logros y sus equivocaciones, en estos once años y medio en Presidencia trabajó siempre en clave provincial, logrando hitos como la deuda cero, el liderazgo de proyectos transformadores como el Centro de FP, la Ourense Film Commission o el Gran Hotel Balneario, o la reivindicación de la cultura y la identidad a través de la Ourensanía. Sin Baltar, la Diputación perderá a corto plazo posicionamiento y visibilidad nacional e internacional. Y en clave PPdeOU, el silencio posterior a su paso a un lado, cortado con la entrevista del pasado domingo en estas mismas páginas, alimentó cierta sensación de orfandad dentro del partido paralela al brote de ambiciones que, aunque legítimas, olvidaron la necesidad de canalizarse por los pertinentes canales orgánicos. Estas últimas turbulencias, inéditas en la última década, cierran la segunda lectura: el PPdeOU no debe perder el talento político y una identidad y liderazgo que no cuestionan ni sus rivales políticos. Con 55 años y tiempo, Manuel Baltar tiene el legítimo derecho de disfrutar del recorrido que le queda en la vida pública y en la presidencia provincial de un partido que, como también le pueden reconocer los que no le votan, ha sabido mantener las esencias de Centristas de Galicia para reforzar el galleguismo del PPdeG, factor diferencial y clave en las sucesivas mayorías absolutas autonómicas.

Ourense merece un gobierno provincial al menos tan fuerte como el que cierra estos días su ciclo.

La tercera lectura, y la más urgente, es abordar el futuro de la Diputación. Con cuestiones a mejorar, es necesario constatar que Ourense merece un gobierno provincial al menos tan fuerte como el que cierra estos días su ciclo. Tampoco hablamos de colores políticos sino de autonomía, gestión y capacidad de ejecución. Por eso el futuro del gobierno provincial tiene que decidirse aquí, en Ourense, y no en un despacho a 100 kilómetros de distancia. Por eso el futuro presidente del gobierno provincial debe conocer las claves, el territorio y, lo que es más importante, anteponer la provincia a cualquier otro. Y esta no es una cuestión menor: la política tiende cada vez más hacia el sucursalismo y los discursos de cartón piedra.

Esta provincia merece que los actores políticos ourensanos no sean meros franquiciados

Esta provincia no puede permitirse ceder ni un centímetro más de influencia. Las negociaciones posteriores al 28 de mayo, además de para retratar a la clase política gallega, han sido quizás el último grito de auxilio: esta provincia no puede consentir que su futuro quede escrito bajo firmas delegadas por personas que desconocen completamente la realidad ourensana. Esta provincia merece que los actores políticos ourensanos no sean meros franquiciados -hasta hoy, y también con sus errores, el PPdeOU lo ha sabido conseguir-. Y esta provincia necesita, por supuesto, a una Diputación de Ourense con personalidad propia, sin ningún tipo de ambages ni tutela, gobierne quien la gobierne. Porque la fuerza y la legitimidad de la política y de las instituciones ourensanas nace de los ourensanos. En la actual encrucijada, cualquier solución que no respete estas coordenadas sería una derrota. Otra más.

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