Opinión

La Europa incógnita

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo han pillado por sorpresa a casi todo el mundo a pesar de que las encuestas permitían traslucir al menos una parte de este vuelco espectacular que ha puesto patas arriba el diseño social y político de un continente viejo y agotado cuyas nuevas generaciones están solicitando un cambio radical en hábitos y decisiones. Somos hoy un continente azotado por la crisis cuyas enormes consecuencias han puesto en cuarentena las políticas oficialistas. Los votantes más jóvenes, la generación de europeos que aspiran inútilmente a un primer trabajo en un escenario batido por las tormentas de la escasez de recursos y el desempleo han renegado abiertamente de las formaciones políticas de toda la vida y les han retirado su confianza, abriendo sendas inexploradas para ofertas alternativas que vienen amagando de un tiempo a esta parte y que reniegan de los establecido, de lo institucional, de lo ortodoxo y de lo pactado. En el hemiciclo de Bruselas sigue mandando, es verdad, el consolidado bipartidismo de siempre por el que conservadores y socialistas se reparten las responsabilidades. Pero tras esta cita en las urnas del pasado domingo, su victoria ha sido amarga y los números ya no les cuadran para gobernar con holgura sobre sus rivales naturales de la derecha o de la izquierda según tocara y el resto de grupúsculos de su padre y de su madre que se apiñaban conformando una ecléctica e imperceptible minoría. El grupo conservador y el grupo socialista han perdido en esta ocasión la camiseta y necesitarán probablemente establecer una suerte de acuerdo bilateral para seguir gobernando.

Es España la situación ha sido un aproximado reflejo de lo ocurrido en la mayor parte de los países miembros. Y aunque también en nuestro país los augurios se han cumplido y el PP ha ganado las elecciones, la fuga de votos es tan evidente que los populares han perdido ocho escaños si bien el caso del PSOE es aún más grave porque ha perdido nueve, sólo ha resistido en tres comunidades y ha fiado nada menos que su supervivencia a los votos cosechados en su granero natural de Andalucía. Si no es por él el PSOE estaría muerto y enterrado.

Estamos ante una Europa no muy lejana de la que hubo a principios de los años 30, esta vez con Francia poniendo el espinazo a pleno escalofrío. Estamos ante minorías de izquierda y derecha severas cuyo registro es ahora impensable. Las urnas ya se han llevado por delante a un veterano como Rubalcaba y queda por calcular quién más va a caer con semejante panorama. Muchas cosas sospecho, entre ideas, costumbres, protocolos y personas.

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