Opinión

Feo, muy feo

Los episodios que clausuran la era Del Bosque no son precisamente sucesos alentadores pero tampoco representan sorpresa alguna porque los estertores de un tiempo que fue feliz concluyen indefectiblemente con un epílogo amargo y este no es un caso que sirva precisamente de excepción. No es posible permanecer eternamente en estado de éxtasis y la selección nacional ha estado mucho tiempo en el paraíso, por lo que resultaba altamente previsible que ese largo y brillante periodo finalizase de manera abrupta sobre todo si, como en este caso, se ha prolongado de modo innecesario en contra de lo aconsejable y lo prudente.

En estos días de calma y asueto al sol de Andalucía, estoy repasando las páginas del libro que escribió Luis Herrero dedicado a su amigo y colega Antonio Herrero, como ustedes saben fallecido en 2001 mientras buceaba en aguas de Marbella. En él se expresa con estricta propiedad la dramática situación que plantea en un colectivo unido por la amenaza de una presión exterior la muerte del líder. El hecho lo protagonizó un heterogéneo grupo de periodistas vinculados a un proyecto informativo capaz de generar la animadversión por igual de los dos grandes partidos políticos del panorama nacional y sus líderes –González no le perdonó a esta banda su permanente denuncia de corrupción anidada en las sentinas socialistas en aquel periodo mientras Aznar, que le sucedió en Moncloa, se las prometía muy felices con ellos y acabó odiándoles y pidiendo a voces sus cabezas- pero también de los obispos propietarios de la emisora y de la propia profesión, manejada en el Madrid de entonces por un poderoso clan de presión informativa al que se conocía por el temible “sindicato del crimen”. Aquel grupo de Herrero aguantó al límite y cuando desapareció el líder todo se desmoronó y salieron a relucir hasta las rencillas personales tanto tiempo anestesiadas. José Luis Gutiérrez sigue pensando hoy en día que a Herrero se lo quitó el poder de encima.

Con la Roja ha ocurrido algo parecido y, al final y con regular estilo, hasta Del Bosque ha estigmatizado públicamente a Casillas su capitán durante años, en una intervención radiofónica que tiene tela. Y es que, desde lo de Brasil, esto ha sido un infierno innecesario. Hoy, el periodo concluye con derrota dolorosa, un fracaso colectivo, la dimisión de Del Bosque y un profundo resentimiento personal que asoma sin freno. Feo, muy feo.

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