Opinión

El líder de la socialdemocracia

El término “socialdemocracia” cuya génesis ya hemos abordado alguna vez en este Amen Corner particular en el que coloco el taburete y cuento lo que se me viene a la boca, tiene la ventaja de ser muy elástico y abrirse a cualquiera que quiera utilizarlo. Por eso es también tan socorrido y soporta tanta manipulación. Lo que pasa es que se ha estirado tanto que alguna vez habrá que decir que basta ya de maquillajes. Si bien sus ancestros se remontan al tiempo en el que la Francia inmediatamente posterior a Napoleón III se rebeló contra el poder y montó en París su famosa y trágica Comuna, su verdadera carta de naturaleza hay que buscarla tras la II Guerra Mundial entre las cenizas de una Europa en ruinas reventada por las bombas. Sirvió para ir recosiendo poco a poco los estragos del mayor conflicto bélico padecido por la Humanidad hasta el punto de que su base más sólida hay que buscarla en la Alemania devastada, en la Francia dividida y en la Gran Bretaña vencedora pero igualmente masacrada y necesitada de ayudas e inversiones con las que paliar aquel desastre. De poner el dinero se ocupó el Plan Marshall, y de los aspectos ideológicos que incluían renunciar explícitamente al marxismo sin abandonar el compromiso social, personajes como Clement Attlee –que le ganó a Churchill las elecciones garantizando que los servicios sociales asumirían el gasto en gafas graduadas cuyo modelo unitario puso en boga John Lennon años después- y especialmente Willy Brandt cuando refundó el SPD y contagió la doctrina de la Tercera Vía a la mayor parte de la Europa resucitada.

Socialdemócrata fue Oloff Palme, por ejemplo, o Felipe González o Tony Blair, pero Pablo Iglesias no lo es por mucho que trate de introducirles este nuevo concepto ideológico a los españoles para paliar la desconfianza que en un electorado titubeante y reservón pueda generar su pacto con Garzón y los comunistas. Por eso digo que basta de echar mano de un término que da para mucho pero que no da para tanto.

Prefiero un político sincero a un político hábil, y Pablo Iglesias es hábil pero también un gran manipulador y un encantador de serpientes que pretende sorprender en cada jugada. Adjudicarse hoy el título de líder de la nueva socialdemocracia es una burla, una manera de descubrirse él, y otra manera de tomar a los electores por idiotas.

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