Opinión

La Marsellesa no lo fue todo

Si aquellos que no tienen como materna la lengua de Francia entendieran en todo su hondo dramatismo la letra de “La Marsellesa” comprenderían también el por qué de su significado como himno de sangre y combate. Se trata de un canto revolucionario escrito por un autor de talante atormentado en una noche de insomnio y pasmo febril, en un tiempo de profundos cambios políticos y sociales resueltos a la francesa, es decir, haciendo funcionar la cuchilla de manera continuada, segando pescuezos nobles y afeitando testas coronadas. Su texto es tan vehemente, tan violento y tan espeluznante que la propia Asamblea Constituyente se planteó en alguna ocasión prohibir que fuera cantado, y desde luego solamente se interpretan sus primeras estrofas. Las siguientes son de un realismo estremecedor que las hace profundas, vibrantes, conmovedoras y también salvajes. Dice una de sus primeras frases: “A las armas ciudadanos. Formad los batallones. Vayamos, vayamos y que la sangre impura anegue nuestros surcos”. El mensaje se va embraveciendo a medida que trascurre la marcha…

Por ello, no resulta sorprendente su capacidad de convencimiento y su potencial en momentos de necesaria actividad patriótica. Es hermoso, es emocionante, es turbador, impone y conmueve. Cuando los espectadores de la final lo entonaron antes de que su selección jugara el definitivo encuentro contra Portugal en el que se dirimía el ganador de la Eurocopa, sus trágicas palabras definían las características del duelo y advertían a los lusos la atroz inconveniencia de ganarlo. Había en el ambiente un regusto tormentoso. Y los jugadores franceses así lo sintieron desde el primer minuto. Una gesta épica, una batalla a muerte sobre el campo. A los dieciocho minutos, una entrada alevosa de Payet mandó al hospital a Cristiano Ronaldo. Con la generosa colaboración de un árbitro inglés corretón y manso que se sabía de memoria las consignas administradas desde el palco, Francia trató de ganar por lo civil o por lo criminal. Por fortuna, Portugal se sobrepuso a un ámbito imposible y ganó. Hoy es un día grande y Portugal, un campeón duro y cuajado. Por mi parte, me alegro profundamente de este final épico con Portugal alzando el trofeo en manos de un Cristiano Ronaldo cojo que estaba sentenciado. Por cierto, el colegiado no solo no sacó tarjeta en la acción. Ni siquiera pitó falta.

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