Opinión

Los cuatro mosqueteros

Dicen las crónicas de ayer que cuatro mosqueteros de la alta política se reunieron al amparo de Unidad Editorial para reflexionar no ya sobre la necesidad de modificar la Constitución -que parece una propuesta tenida en cuenta por el arco parlamentario- sino sobre el modo en que es necesario modificarla. Alfredo Pérez Rubalcaba, Rodolfo Martín Villa, José María Margallo y Miguel Roca se sentaron en círculo ante el brasero y se entregaron a su legítima y terapéutica nostalgia, porque todos ellos participaron activamente en el proceso de implantación democrática que se consolidó a partir de la Carta Magna del 78, todos ellos están legitimados, y todos expresaron sus fundadas sospechas de que nada es como era entonces y ahora sería imposible plantear una reconversión con las debidas garantías de consenso, respeto, generosidad y sapiencia que rigieron en los delicados momentos en que se alumbró la que nos gobierna hoy y que tanto empeño tienen por enmendar los actuales representantes de la voluntad del pueblo.


En mi caso, poco hice para contribuir a enraizar el texto de la Constitución salvo recibirlo con júbilo y votarlo lleno de fervor y de esperanza, lo cual bien mirado no es poco porque los jóvenes empeñados en construir un país de dignidad y democracia desde otro mortificado por la dictadura y hasta entonces filmado en blanco y negro, hubimos de echar un pulso a la caverna para lograr que se pudieran abrir las ventanas y corriera el aire. Quizá semejante postura me legitime 38 años después para suponer que esos cuatro mosqueteros tienen razón y las condiciones actuales no admiten ni el consenso, ni el respeto, ni la generosidad, ni el sentido común ni la paciencia necesarios para que la Constitución del 78 pueda ser reformada en los términos que exige el servicio a todos los españoles del nuevo milenio sin excepciones. Para empezar, una fracción de Podemos ni siquiera reconoce la admirable labor de los políticos de la Transición para conseguir una España libre y justa, lo que implica un mal comienzo. Si a Margallo, Rubalcaba, Roca y Martín Villa les dejaran una semana encerrados en un parador seguro que parirían una nueva Constitución asequible y benéfica para todos. Pero eso no va con los políticos de ahora, que hablan mucho, piensan poco, solo se aman a sí mismos y se fían más de las redes sociales que de su propio intelecto. Y así nos va.

Te puede interesar