Opinión

La paradoja del famoseo

En estos tiempos oscuros de zozobra y regresión, parece como si costara más aceptar a los famosetes. Los famosetes constituyen una casta sumamente heterogénea que admite casi todos los procederes. Hay famosetes pululando por los mentideros de la información, de la moda, del arte, del deporte, de la música e incluso de la política, y su presencia no ha remitido en este periodo angustioso en el que un amplio porcentaje de la población mundial las está pasando putas. Es difícil explicar cuáles son los motivos de su éxito, los viejos no acertamos a comprender cómo haciendo tan poco se puede ganar tanto dinero, la sociedad de a pie supone que algo debe estar haciéndose rematadamente mal cuando se premia con ellos un conjunto de actitudes que no pueden ni deben servir de ejemplo. Y en definitiva, estamos ante una suerte de dictadura blanda de las minorías triunfales, que transmiten estados antinaturales e inalcanzables para las sufridas y abnegadas mayorías. 

El famoseo representa un ángulo repelente del desequilibrio social, y parece premiar la gandulería y el hedonismo en lugar de hacer ejemplo del trabajo, la solidaridad, la generosidad y el sacrificio. Pero en mi opinión esa no es ni mucho menos la más alta cota de su perversión. El pico de maldad que se advierte en este fenómeno es la disposición de las herramientas de esa propia sociedad para contribuir a su blanqueo. Los medios de comunicación, los órganos de expresión públicos y privados, las redes sociales –especialmente las redes sociales- los foros de opinión, las referencias morales y políticas, no tienen el más mínimo reparo al ensalzar y destacar estos comportamientos y hacer de sus practicantes deidades de referencia permanente. Todos estos focos de expresión han caído en una trampa permanente ensalzando esas figuras de la riqueza, el glamur y la belleza que nada tienen que ver con la vida difícil y sin lustre de la mayor parte de los que aquí estamos.

El desequilibrio es patente y en un mundo azotado por una pandemia, quebrado económicamente, agobiado por la tragedia, el desempleo y el desplome del nivel de vida, los famosetes  se retratan todos los días con sus mejores galas en las redes sociales haciendo gala constante de su poderío y su belleza. Alardean y se vanaglorian de ello sin pudor. Qué mundo más chungo, la virgen.

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