Opinión

La 'Resi'

Hace 45 años de su comienzo. Mayo del 69, un año más que el del movimiento francés, uno menos que la redondez del 70. Un edificio de 7 plantas con 17 médicos y algunas enfermeras, casi todas monjas (mucha fe había), y personal administrativo en cantidad no superior a la que cualquier empresa mediana de ahora emplea. Gonzalo Cabanillas, hermano del pío Pío, en los primeros nombramientos. La entrada al único edificio era al sur y contaba con un aparcamiento público y gratuito enfrente que era suficiente a pesar de su pequeño tamaño, hoy simple vial interno del Complexo Hospitalario. No había plazas reservadas a los médicos, si bien éstos al tener que comenzar su trabajo antes del horario de visitas familiares siempre encontraban las mejores plazas. Poco a poco, es verdad, ya empezaban los aparcamientos momentáneos encima de la acera, pero aún estaba lejos de que te atracase monetariamente una máquina expendedora del guardacoches obligado de ahora. Holl de entrada pequeño y un bar mínimo al fondo, una habitación bar que incluso durante una temporada regentaron los propios médicos; y ascensores para repartir por plantas las especialidades médicas: dos ascensores de uso interno y otros dos para el público. Erase como una casa grande familiar donde todos se conocían, y no importaba que tocara guardia día sí y otro descanso, como fue el caso de algunos que yo conozco bien, para que la ilusión de los primeros años de la ‘Resi’ fuera la de niños con zapatos nuevos de entonces, o iPhone de ahora. Una ‘Resi’ que, créanme que lo parecía, quedaba alejada del casco urbano de Ourense, no en vano se situaba en una carretera, la de Rairo, donde no había ni la décima parte de las casas de ahora, y con un asfalto que brillaba por su ausencia; incluso hubo moción en el ayuntamiento ourensano al respecto del arreglo urgente y necesario que precisaba la bacheada carretera al ser camino obligado para el traslado de los enfermos, pues bastante tienen los que padecen males en el cuerpo que los obliga a conducirse hacia un centro sanitario como para que encima los baile ningún terreno pedregoso. Pese a ello el baile de san Vito aún tardó en curarse.

La Resi era delgada, siempre femenina hasta ahora que de ‘la’ pasó a ‘el’ (El CHUO), no estaba tan ancha como es ahora tras su estiramiento lateral por los dos lados, se vio pronto acompañada del Materno Infantil, aún juntos pero no revueltos como más tarde en que fueron conectados mediante otro edificio. Y siguió creciendo la casa sencilla hacia el Complejo con otro edificio, que ahora tirarán, donde se alojó la escuela de enfermería, fue edificio administrativo, consultas y no sé qué cambios. Y más edificios, como el nuevo conectado al resto por la dirección de no sé qué Plan porque ya han sido varios, y que alberga las urgencias, esa cosa que mete miedo cuando tenemos que tomar contacto con sus boxes porque la salud nos abandona, bien sea en propio cuerpo bien en alguno demasiado próximo como para no sentirlo también nuestro.

Este mayo la Resi cumple 45 años, día 16 según me apunta uno de los veteranos de ella que ya está fuera, y era obligado que alguien como un servidor, que la ha pisado en sus comienzos como si fuera su casa debido a razones familiares, recordara públicamente su onomástica, al tiempo que reconocer sus méritos y el de todo el personal sanitario que la sirvió con vocación, simplemente porque nos quitó y quita dolor tanto como puede, lógicamente con sus fatales excepciones, que haberlas haylas, como hay siempre meigas e imbéciles. En fin, solamente dejar constancia de la importancia para Ourense del nacimiento hace 45 años de la ‘Resi’, una hermana poderosa de nuestra propia historia de ciudad y provincia, y referente en el cuidado de la salud de sus hijos, o sea, de nosotros mismos. Que haya suerte y presupuesto para mejorarla.

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