Opinión

Cristobal Montoro, el todopoderoso

Lo confesaba abiertamente el presidente de Gobierno, antes de anunciar las medidas fiscales, o parte de ellas, que se pondrán en práctica a partir de 2015, llamó a Cristóbal Montoro para tener su visto bueno previo, no fuera a desmentirle después del anuncio presidencial porque no salían las cuentas.

Es el hombre que más manda en el gobierno con permiso de Soraya Sáenz de Santamaría, y aunque no ocultó su decepción cuando tras ganar las elecciones Mariano Rajoy no le ofreció la vicepresidencia económica, sino el ministerio de Hacienda, que ya había ocupado con Aznar, al formar parte de un gobierno que ha dado prioridad a los números, a los ajustes, al gasto y a los ingresos, Montoro ha logrado convertirse en el hombre más influyente del equipo.

Esta semana es nuevamente en protagonista gracias al informe encargado al profesor Manuel Lagares, que con un grupo de expertos ha elaborado un estudio de casi 500 folios con propuestas muy concretas para superar definitivamente la crisis. El informe lo recibió Montoro el jueves pasado y lo llevó al Consejo de Ministros del viernes. Pero, sin ningún tipo de complejo ante un profesional de la categoría de Lagares, y de los expertos que han trabajado con él, Montoro no ha dudado en adelantar a sus compañeros de gabinete que no tiene la menor intención de seguir a rajatabla todas las propuestas del comité. Que además no son vinculantes ni nunca se dijo que fueran a serlo. Si se pidió el trabajo fue para contar con más voces autorizadas además de las que forman el equipo económico del gobierno. Y se tendrán en cuenta las propuestas del comité de sabios, pero no todas se llevarán adelante.

Dentro de dos o tres meses, una vez celebradas las elecciones europeas, el ministerio de Hacienda, personalizado en Cristóbal Montoro, presentará la reforma fiscal que anunció hace dos semanas el presidente de Gobierno. Y en esa presentación se visualizará que al menos en dos aspectos Montoro no tiene la menor intención de seguir las indicaciones del equipo del profesor Lagares.

Una, el incremento del IVA, que Montoro no piensa aprobar, aunque sí variarán las listas de productos a los que se aplican distintos ivas y engrosarán la del más alto varios productos de consumo frecuente. La segunda sugerencia del informe que Montoro no aceptará es anular la deducción por vivencia con carácter retroactivo, que el ministro de Hacienda no tiene hoy la menor intención de plantear.


DIFERENCIAS REGIONALES

Sí piensa en cambio en tomar medidas de armonización fiscal que propone el comité de sabios y que ya estaban en la agenda del ministro, pero lo hará con el máximo tacto para que los gobiernos autonómicos no acusen al gobierno central de restarles capacidad normativa, que además podría ser anticonstitucional. Pretende Montoro, a través de una negociación que se prevé difícil, impedir que los gobiernos amplíen esa capacidad normativa con nuevos impuestos propios de las distintas regiones y, en segundo lugar, que aquellos que pueden regular se muevan en una horquilla de la que no puedan salirse, de manera que se aproxime la fiscalidad que se aplica en las diferentes comunidades, en las que existen diferencias abismales en cuestiones básicas como el impuesto de sociedades o el impuesto de sucesiones.

Una buena noticia que convertirá a Montoro en una figura atractiva cuando presente su proyecto fiscal es que la rebaja del IRPF que mencionó Rajoy en su discurso sobre el estado de la Nación será más amplio de lo que anunciado por el presidente de gobierno, con tramos graduales que beneficiará a las rentas más bajas, pero que de alguna manera afectará a todos los ciudadanos sin excepción, con modalidades que prepara en este momento el equipo de Hacienda.

La reforma fiscal en uno de los apartados en los que más confía Rajoy para lograr ganar las próximas elecciones generales, las de finales de 2015, y en estos dos años escasos que faltan para la fecha espera recuperar parte de los apoyos perdidos por la dureza de sus ajustes, con una sustancial bajada de impuestos y signos claros de recuperación económica que solo sería creíble con la creación de empleo neto en índices que permitan que la gente advierta que efectivamente se han tomado las medidas adecuadas. Es la razón por la que una vez que Luis de Guindos logró en su momento parar los golpes que pretendía propinar Bruselas, con todo preparado para el rescate, y tras las decisiones en ámbito económico, presupuestario y laboral que tomaron conjuntamente Guindos, Montoro y Báñez, ahora los ojos se centran en un Montoro que además de pulir la reforma fiscal que ya tiene preparada, deba continuar con sus exigencias de reducción del gasto público.


LOS APOYOS

Los ajustes económicos, que evidentemente han supuesto un desgaste brutal del gobierno y una considerable fuga de votos que podrían irse a los llamados partidos minoritarios, y que Rajoy espera recuperar en parte una vez que se adviertan las consecuencias de sus políticas, han provocado en este últimos y complicado año una casi imperceptible división en el gobierno, lo que no significa que haya tensiones, porque no las hay, pero sí se visualizan dos grupos que mantienen una posición distinta respecto al futuro inmediato.

Por una parte se encuentran los que apoyan sin fisuras la dureza que impone Cristóbal Montoro, y que considera que el titular de Hacienda ha hecho el trabajo necesario para dejar atrás definitivamente la crisis económica y que esa era una prioridad que había que anteponer a cualquier otra cuestión. Es el grupo capitaneado por Soraya Sáenz de Santamaría, que cuando era portavoz parlamentaria tuvo a Montoro como hombre clave de su equipo de oposición al gobierno de Zapatero junto a Fátima Báñez, que es también una de las ministras que apoya sin reticencias de ningún tipo al titular de Hacienda.

En el otro lado se encontrarían ministros más políticos como José Manuel García Margallo, José Manuel Soria y Miguel Arias Cañete, que temen que sea excesivo el esfuerzo que se exige a los españoles. Soria además sufre directamente las consecuencias de los “hachazos” de Montoro, que una vez que el ministro de Industria había acordado con las empresas eléctricas una ayuda de 3 mil millones de euros, a devolver a largo plazo y en condiciones muy asumibles, para reducir el déficit de tarifa, Montoro echó atrás la operación y provocó una crisis entre Industria y las eléctricas cuya consecuencia más inmediata fue la subida del recibo de la luz. ¿Y Guindos? Tuvieron problemas de ajuste, de “marcar territorio” al inicio de legislatura, pero con el tiempo cada uno asumió su tarea tratando de no entrar en el terreno del otro, o acordando el camino a seguir ante decisiones que afectaban a los dos ministerios.

Hoy, el hombre fuerte es Montoro. No porque se haya diluido el papel del ministro de Economía, sino porque los proyectos de todos y cada uno de los ministros sin excepción, debe pasar previamente por la “validación” de Hacienda. Como ha ocurrido siempre, pero Cristóbal Montoro es implacable en su empeño de que salgan las cuentas. Caiga quien caiga.

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