Opinión

Falta de intimidad

La reina Letizia ha sido pillada en falta. El contenido del mensaje enviado a Javier López Madrid para expresarle su apoyo cuando se encontró en situación delicada, tanto que posteriormente ha sido imputado por presunta financiación ilegal del PP madrileño, es impropio de quien era en aquel momento princesa de Asturias. Un miembro de la Familia Real debe ser siempre muy cauto con sus palabras.

Apoyar al amigo es siempre motivo de elogio, aunque era obligada la prudencia porque existían indicios sólidos de que López Madrid podía haber cometido irregularidades; incrustar en el texto ciertas expresiones es ya más reprobable. En ese sentido cabe destacar la actitud que mantuvo el entonces príncipe de Asturias con quien probablemente era su mejor amigo: prudencia, y sugerencia de verse en persona. Cuando se produjo el encuentro, fue consciente el príncipe de que no convenía a la Corona apoyar a quien podía vérselas con los jueces y además era uno de los consejeros de Bankia que disponía de una tarjeta “black”. Don Felipe no dudó en inclinarse por la institución antes que por el amigo de años, desde que iban juntos al colegio. Y desde ese encuentro las relaciones están prácticamente rotas. Si actuó con la máxima contundencia ante su hermana Cristina, con la que mantenía tan estrechísima relación, más todavía tenía que ser contundente con un amigo. Y lo fue.

Hay otra lectura que se debe hacer ante el hecho de que una conversación privada, o un mensaje privado, salga a la luz. No es aceptable se mire como se mire. El asunto es especialmente grave porque afecta nada menos que a un miembro de la Familia Real, pero la privacidad la merece cualquier ciudadanos, es un derecho que el Estado debe preservar y garantizar. Sin embargo, ese derecho a la intimidad se está rompiendo desde hace meses, y el sms de doña Letizia no es una excepción. Se filtran datos de sumarios secretos con intencionalidad, para favorecer o perjudicar a determinadas personas, y se hacen llegar a medios de comunicación correos, extractos de conversaciones y mensajes telefónicos que a menudo ni siquiera forman parte de un sumario, sino de una investigación inconclusa. Ejemplos los hay a docenas, desde los correos que filtró Diego Torres que afectaban a la vida privada de Urdangarin, no a sus operaciones financieras, hasta la conversación privada de La Camarga entre dos mujeres que hablaban de cuestiones personales sin saber que una agencia privada las tenía “pinchadas” con un micro camuflado entre flores.

El Ministerio de Justicia ha ordenado una investigación para determinar quién ha puesto en circulación unos mensajes de los reyes. Pudo haber salido de un sumario, o bien de los expertos a los que el juez encargó borrar los mensajes privados de López Madrid, los que no tenían ninguna relación con la causa abierta contra él.

Hoy, está en riesgo la privacidad de lo privado, y valga la redundancia. Y es asunto muy grave.
 

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