Opinión

Huelgas

Ya está, lo han vuelto a hacer. Los pilotos de Iberia se pondrán en huelga durante las vacaciones de Navidad, pero son tan estupendos, tan buena gente, que no pararán exactamente el día anterior a Nochebuena y el día anterior al Año Nuevo, sino unos días antes, como si de esa manera demostraran una generosidad sin límite porque no van a perturbar las fiestas navideñas.

Su decisión no tiene nombre. Con una España sufriendo la crisis económica y laboral más grave de su historia, con cinco de millones de personas en paro y un millón de familias con todos sus miembros en paro, que un sector con buen salario y trabajo fijo vaya a la huelga porque no les satisface la decisión de su empresa de cambiar su estatus de trabajo sin tocar su sueldo ni el número de horas, es algo que pone en cuestión la ética, la estética y la moralidad de unos profesionales que no acaban de habituarse a que su empresa se privatizó hace años y sus responsables se mueven con esquemas estrictamente empresariales. Nada que ver con aquel pasado en el que cuando venían mal dadas los gobiernos acudían en ayuda de las empresas públicas en crisis e inyectaban los miles de millones de pesetas que fueran necesarios para sacar a flote a los privilegiados que estaban en sus nóminas.

La España en crisis tiene que resolver ahora más que nunca el eterno problema de aprobar una ley de huelga en condiciones que ponga límites a determinados desmanes y castigue a quienes no cumplan los requisitos que marque esa ley. Desde que se empezó a advertir que el PP podía ganar las elecciones empezaron ya los sindicatos a lanzar amenazas veladas y no tan veladas hacia los posibles nuevos gobernantes, hasta el punto de que se ha asumido con naturalidad que uno de los retos principales de Rajoy va a ser mantener el pulso ante una calle “inflamada”, según la acertada expresión de José Bono.

No sería la primera vez que los sindicatos demostraran su irresponsabilidad, que suele ser mayor cuando las crisis más aprietan, aunque ninguna hasta ahora como ésta. Es como si los sindicalistas se vieran obligados a justificar con sus manifestaciones, piquetes y huelgas que están ahí, ya que sus dirigentes y liberados cobran buenos sueldos y por tanto de vez en cuando tienen que demostrar que hacen méritos para recibir esos sueldos; y nada mejor que organizar huelgas, que es más fácil que asumir responsabilidades y cooperar para aliviar las consecuencias de la crisis.

En este caso la huelga la convoca un grupo de españoles privilegiados, los pilotos, que no se han visto obligados a marchar a otros países para encontrar trabajo como ocurre con otros profesionales españoles igualmente bien formados; pilotos que no tienen sobre su cabeza la espada de Damocles de un ERE, ni despidos masivos, sino que pueden seguir trabajando low cost o high cost. Es por tanto inconcebible e inadmisible que se declaren en huelga.

Multitud de españoles que las pasan negras han hecho o iban a hacer un esfuerzo considerable en Navidad para reunirse con sus familias, para que la pésima vida que llevan a causa de las angustias, sea más soportable. Y resulta que un grupo de trabajadores que no corren ningún riesgo de engrosar las listas del INEM, les dejan en tierra porque es posible, que no seguro, que en el futuro alguno de ellos, conservando su salario, pase a formar parte de una línea de bajo coste.Y aún pedirán comprensión a su huelga.

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