Opinión

Crece el perejil

El día pardo y mansurrón se estira y se expande en nubes chiclosas, mientras el trueno, buey negro, muge ruidoso sobre la calle de la estación.

Hoy, mientras el alumnado, se ocupa en discurrir con unas u otras actividades, pienso en la educación. En ésta que hoy depende de mí. No es una mirada romántica sino una reflexión. Heme aquí pensando mientras el cielo poco a poco se derrite en un enorme chaparrón.

Educarles supone equiparles para el futuro. No es tarea fácil porque el futuro nadie lo ha visto. Muchas veces acecha tras la esquina como un embozado ladrón. Está claro que nos vendría muy bien tener su prospecto como tienen los jarabes para la tos. En él vendría reflejado cómo cambiará el mundo, qué sustos nos dará, cómo se precipitarán los acontecimientos. Pero no tenemos ese opúsculo, ni siquiera un vademécum.

No se trata de educar al tun-tun. Educarles exige no sólo indicarles por dónde han de caminar. Difícil tarea si hemos quedado en que no sabemos a dónde vamos. Educar significa equiparles adecuadamente para el porvenir, para lo venidero. Misión casi imposible a sabiendas de que este mundo en el que vivimos ahora mismo ni siquiera se parece en lo más remoto a aquel que nos predijeron. Aquello no se parece en nada a la realidad actual. 

He de detener esta reflexión momentáneamente, porque los más pequeños me tiran de la manga del jersey y me exponen sus dudas. Son unas dudas pequeñas y cándidas. A veces simpáticas ocurrencias. Les contesto y vuelvo a pensar en el mundo educativo mientras descubro tras los vidrios cómo el frio de este mes de marzo se ha mezclado con el calorcillo de las doce y ha hecho crecer aquel perejil que alguien habrá sembrado en una lata espachurrada de nuestro jardín.

Como lo que estoy pensando me parece adecuado, me agacho y tomo mi cuaderno de las tapas verdes y escribo: ética, moral, estética. Este BIC se está quedando sin tinta, tal y como me muestra su espina dorsal de plástico y cristal.

Es imprescindible educarles en una ética. ¿Cuál de ellas? Se me ocurre que aquella en la que están de acuerdo todas las culturas, me refiero a esa en la que el ser humano es presentado como un hermano, venga de donde venga, hable el idioma que hable y ame a quien le venga en gana. Me paro y me doy cuenta de que estaría bien que tomásemos como plantilla los Derechos Humanos.

Mucha gente ha escrito montones de estupendos y voluminosos libros para distinguir la ética de la moral. Yo que soy un jovenzuelo profesor de este pueblo de Antioquía no me ando con tantas explicaciones y siempre pienso que la moral es sencillamente la ética con la que cada uno obramos. 

Si el alumnado está equipado éticamente será capaz, con un sentido crítico, de afrontar el mundo que vendrá, sea cual fuere, con una bonita moralidad, que es el equivalente a cordialidad y solidaridad, y habremos logrado un futuro estéticamente precioso.

Educar de otra manera, pienso yo, profesor de pueblo, sería educar para la nada. 

Me dicen que ya es hora de irnos a comer. Abro el paraguas mientras pienso que una educación a espaldas de la ética tiene inherente, pegada a sus costillas, una obsolescencia programada.

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