Opinión

CRISIS: FRANCIA, TAMBIÉN EN LA VORÁGINE

Como el resto de Europa excepto Alemania, Francia también fue envuelta en la vorágine de la crisis. Su prensa, siempre tan chovinista no tiene más remedio que hacer de tripas corazón frente a la cruda realidad, las cuentas no salen hace tiempo, su economía está por los suelos. La colosal deuda que arrastra, la mayor del Continente, hace tiempo que superó el astronómico récord de los 1.717 millones de euros y su déficit del Estado sobrepasó en 2011 los 103.074 millones de euros, para ser precisos, dos cifras que la  han abocado a la recesión en este mes de agosto según acaba de reconocer muy a su pesar el Banco de Francia.


Un fatídico -0,1 por cien la ha hecho bascular al pelotón europeo de los torpes -donde está bien acompañada por otros países miembros-. Y sus perspectivas no son buenas.


Vaya por descontado que para España las dificultades de Francia, país con el que realizamos la mayor parte de nuestros intercambios comerciales y estrecho aliado en la Unión Europea, constituyen una pésima noticia.


En lo más caliente de este verano que quema económicamente, un semanario francés como el ponderado 'Le Point' (centro) tituló sin contemplaciones de forma melodramática esta semana, amargándole las vacaciones a sus lectores: 'Francia baila encima de un volcán'. Fue como un relámpago en un cielo azul, cae otro país y de los más relevantes. Estrecheces y carestía son las palabras de mal agüero más utilizadas estos días en las conversaciones de nuestros vecinos del norte para describir 'la madre de todas las crisis' según la fórmula periodística al uso. Y el país transpirenaico se sume una vez más en ese sentimiento tan peculiar e intraducible denominado 'morosité' (taciturnidad dicen los diccionarios, una mezcla de saudade y fatalismo a la francesa).


Aunque en España estemos curados de espanto puesto que nos hallamos a punto de pedir un segundo rescate tras el primero a la banca de 100.000 millones de euros, en Francia también cuecen habas. Para tener una idea global del 'fantasma que hoy recorre Europa', recordemos un dato comparativo: la deuda pública de Grecia asciende a 152 por cien de la riqueza nacional ol Producto Interior Bruto (PIB), la de Italia, a 120%, la de Francia a 89% y la de España, a 72,5%,lo que representa un archipiélago de porcentajes lamentables, síntomas de la grave enfermedad que afecta al capitalismo europeo, una circunstancia general izada casi al límite y no exagero.


Actualmente, el sistema capitalista tiene en la Unión Europea (UE) - es decir, en el septágono de Dublín, Atenas, Lisboa, Londres, Roma, Madrid y ahora París - su 'vientre blando' como llamó Churchill en época de la Segunda Guerra Mundial a la región de los Balcanes por ser su punto débil y quedó como frase hecha. Los Diecisiete del euro soportan crisis a repetición.


En estos días estamos ante una vuelta de tuerca más: la economía de la UE se tambalea y se enfrenta a otra recaída. En Alemania, alma mater de la Europa actual se registran síntomas de desaceleración en sus exportaciones. Y en Francia, segundo país económico del Viejo Continente, el Banco Central Europeo (BCE) anuncia recesión o disminución de la actividad económica.


No quiero abrumarles con más cifras pero así es la coyuntura en ambos países clave según los medios de comunicación, cansados de hacer de Casandra, la diosa griega que presagiaba los males sin que nadie la creyera. Por ello quizá, Mario Draghi, presidente del citado BCE, ha reiterado su profesión de fe en la moneda única saliendo al paso de especulaciones. 'El euro es irreversible', dijo y zanjó inmediatamente: cualquier presión de los mercados será 'inaceptable'.


Pero también aprovechó para hacer una defensa a ultranza de la economía de mercado y sus recetas con las que no se puede estar de acuerdo porque castigan a los más débiles y no está probado que funcionen.


Tras 5 años de crisis y 3 de ajustes, se hace muy cuesta arriba admitir ahora que la solución es bajar los salarios como preconiza Draghi y reducir el gasto y por ende el estado de bienestar, las ayudas. El debate es más moral que político. Tiene ideas similares la canciller Angela Merkel que lidera una Alemania próspera, su crecimiento se mantiene, su comercio exterior sigue boyante, su equilibrio presupuestario, tranquilizador, ha hecho ha tiempo las reformas que quisiera para sí Europa? No obstante,  la novedad es que por primera vez Berlín tropieza también con ciertos escollos: su expansión ha menguado de 3% a 0,7%, algunos importantes grupos como Siemmens y ciertos bancos flaquean, han perdido su calificación de excelencia, tal es el coletazo de la crisis. Cuidado, si la República Federal se acatarrara, Europa pillaría una buena pulmonía.


Se lo he dicho otras veces pero se lo repito, las agencias de calificación norteamericanas siguen al acecho, especulando con que caiga la presa de la Unión Europea, cuya estabilidad y problemas les importan una higa.


La compañía 'Standard&Poor's', por ejemplo, ha degradado a Francia por criterios que sólo interesan a los inversores norteamericanos y se ha quedado tan tranquila sin que Francia pudiera decir nada. Esta agencia y las sociedades 'Moody's' y 'Fitch', que por cierto no se enteraron de los créditos tóxicos 'Subprime' generadores de una de las peores crisis financieras globales hace tres años, siguen teniendo patente de corso. Son juez y parte, campan por sus respetos.


Como en otras ocasiones, nos preguntamos retóricamente sabiendo que nadie va a contestar: ¿Quién ha elegido a sus dirigentes?, ¿Ante quién rinden cuentas?, ¿Quién se beneficia de sus pingües ganancias? Respuesta: los mercados, monstruos fríos que son como las Siete Columnas que sostienen el Firmamento del sistema capitalista que generan una economía virtual muy alejada de la economía real que es la que debiera interesarnos.


Tomado con filosofía, distanciamiento y humor, el momento en Francia podría ser ilustrado por la famosa novela 'Jacques el fatalista' de Denis Diderot, uno de los padres de la librepensadora Enciclopedia Francesa. Ya en el siglo XVIII, Diderot reflexiona, desengañado, sobre una sociedad que en el fondo tiene las mis mismas características de siempre y de ahora, fatalismo incluido.

Te puede interesar