Opinión

Gran Bretaña contra el potentado Murdoch

Francis Bacon es un pintor inglés contemporáneo que traza figuras deformadas, confusas, atormentadas. Podrían ser una metáfora de lo que está pasando en Gran Bretaña en el oscuro momento actual: desorientación, extravío, subversión de valores, olvido de la ética por parte de la clase política y del Gobierno.

A ver si no. El último forcejeo ha dado este resultado: Parlamento británico, uno; magnate australiano Rupert Murdoch, cero. Pero la partida continúa, sería absurdo e ingenuo pensar lo contrario. Política contra prensa, ejecutivo y legislativo contra cuarto poder, prosigue el choque en el Reino Unido pero el caso interesa a todo el mundo occidental por la concentración de poder mediático que está en juego.

En el cine ya lo había imaginado Orson Welles en “Ciudadano Kane”, película mítica sobre la vida de W. R.Hearst (1863-1951), uno de los promotores de la prensa amarilla, poderoso capitán de empresas periodísticas que imponía su voluntad y sus intereses económicos por encima de la verdad y que instigó, por ejemplo, la guerra de la independencia de Cuba con una campaña de desprestigio contra España a la que sus periódicos acusaron sin pruebas de hundir el acorazado Maine en la bahía de La Habana, mentira que provocó que el presidente estadounidense de la época, William Mckinley declarara la guerra a los españoles.

La realidad sigue superando ahora con mucho a la ficción: Rupert Murdoch es un potentado contemporáneo fuera de toda norma, déjenme darle algunos apuntes de su poderío. Posee 30% de los medios de comunicación anglosajones, entre ellos algunos florones como el prestigioso “The Times” o el influyente “The Wall Street Journal”, la cadena de televisión ultraconservadora “Fox” - propietaria de la legendaria “firma cinematográfica “20 Century Fox”- y la conocida “Sky”, amén del tabloide basura “The Sun”, que tergiversa toda noticia y de la casa editorial mundialmente famosa Harper, que publica los populares diccionarios Collins entre una vasta producción de libros. Un archipiélago de la edición y de la televisión. El grupo “News Corporation” factura un total de 23.240 millones de euros anuales, una cantidad que marea y si el Parlamento británico hubiera permitido que se llevara a cabo su OPA (Oferta Pública de Adquisición de Acciones) contra la empresa multimedia “BSKYB” (la retiró in extremis pero volverá a la carga), el acaudalado hombre de negocios coparía ahora la cuarta parte de la información y la opinión del Reino Unido y por ende de los medios de comunicación anglosajones en general.

Eso es lo que está en juego, el pluralismo informativo y el peligro de un oligopolio con el que Murdoch imponga las reglas a seguir.

La prensa, la radio, especialmente, la BBC, y la televisión británicas son las mejores del mundo empezando por el “Financial Times”, influyente por su rigor en todos los campos, no sólo en el económico, seguido por títulos de tanto renombre como los solventes “The Guardian” (centro izquierda), “The Independent” que hace honor a su cabbecera,“The Observer” (semanario, también de centro izquierda) o “The Dayly Telegraph” (centro derecha) y una pleyade de tabloides a cada cual mejor hecho. Los años en que estuve de corresponsal en Londres pude comprobar la agresividad informativa y la competencia de toda esta prensa ahora manchada por los métodos espurios de conseguir información a cualquier precio, vendiéndola, comprándola o inventándola.

Todo empezó con la caída de un gigante, el semanario sensacionalista “The News of The World”, fundado en 1843 que el magnate decidió cerrar de pronto para no complicarse más la vida el 10 de julio de 2011 a causa del enésimo escándalo de la práctica de escuchas ilegales para obtener informaciones en la que se había llegado a pinchar los teléfonos de familiares de soldados de la guerra de Afganistán y de Irak, de víctimas de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 S, así como de políticos, deportistas, personajes de la farándula... El multimillonario ha hecho suya la consabida divisa” quien domina la información, domina el mundo”. Algo huele a podrido en Inglaterra, consignemoslo parafraseando lo que dice el “Hamlet” de Shakespeare sobre Dinamarca.

“The News of the world”, que se despidió con un impertérrito “Gracias & Adiós” en su portada, basaba sus informaciones en sexo y crímenes; su tirada de 2,8 millones de ejemplares dice mucho de los lectores británicos, que adoran lo sórdido.

¿Quién es Rupert Murdoch, que está como pez en el agua en esta corriente deletérea que impregna la sociedad anglosajona?

Nacido en 1931 en Melbourne (Australia), nacionalizado en EEUU, católico, casado tres veces, tiene seis hijos y ha designado como sucesor a James, al frente de su imperio mediático. Amasó su inmensa fortuna trasatlántica a lo largo de una carrera en la que el fin justificó muy a menudos los medios, no se paraba en barras. Anotemos que apoyó en su día a la primera ministra conservadora Margaret Thatcher, al laborista Tony Blair y nombró asesor de News Corporation al ex presidente José María Aznar. Dirige la concentración de medios de comunicación más influyente del orbe.

Así que de un lado tenemos a Murdoch y enfrente, a Gran Bretaña, a su primer ministro David Cameron y al Parlamento. Murdoch, cauto, y su hijo James, inician una retirada estratégica: han pedido perdón en la prensa por su OPA hostil. Ya lo intentarán más adelante de otro modo.

Otra víctima del rocambolesco asunto: David Cameron, que se confundió de medio a medio, cometió el error garrafal de aceptar el nombramiento de director del desprestigiado “The News of the World” y de director de comunicación del 10 de Downing Street, sede del Gobierno, puesto del que se vio obligado a dimitir salpicado por el escándalo. Cameron queda en la cuerda floja. Para intentar dominar la vorágine política desencadenada, el “premier” conservador puso en marcha una comisión de investigación judicial independiente sobre las escuchas ilegales de “The Neuws os the World” -que avergüenzan a la clase política- y sobre el papel de la prensa y de la policía de Scotland Yard…Tiempos revueltos en el país de los escándalos.

Si me permiten concluir con otro símil pictórico, es difícil que la vida británica se parezca en el futuro inmediato a los conocidos cuadros del paisajista inglés William Turner (1775-1851), que tengo en el ordenador y describen de forma resplandeciente la serenidad de la campiña, la calma o el sosiego. Sobre todo con los datos que les he dado.

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