Opinión

HIPOCONDRÍA EUROPEA

Tengo la costumbre de leer varios relatos a la vez sobre todo si son cortos y cuando me canso de uno paso a otro. Se enriquecen entre ellos. Es una forma de resistirse a la invasora y pasiva televisión. Están ahora en el telar 'El jugador de ajedrez', del austriaco Stefan Zweig; 'El indiferente', del francés Marcel Proust, y 'La muerte de Belle', del belga Georges Simenon. Pronto habrá otros. Zweig, en un mundo en que escaseaban las imágenes, hace una descripción literaria minuciosa de los sentimientos -incluso de los pensamientos- y, en su cuento, se muestra encantado de poder derrotarse a sí mismo en el tablero aunque sea en la ficción. Proust es, como siempre, la apoteosis de la palabra escrita en un francés rico, pluscuamperfecto, que se lee con delectación. Simenon, el narrador más grande de todos según elogio inesperado del poeta André Gide, cuenta la historia de un hombre que va y viene en su casa, se mueve con toda confianza, incluso habla solo, hasta que se da cuenta de que se ha olvidado de correr los visillos como todas las noches y de que lo están observando? Son tres narraciones breves e interesantes en las que la literatura transforma la realidad.


Pues bien, en estos días en que vivimos, la realidad es tan apremiante y con tantos acontecimientos inesperados que me tiene muy entretenido. Es como si no necesitara de la ficción.


En el momento presente de profunda hipocondría europea no cesan de aparecer a diario casos que sirven para aumentar la preocupación a los que los medios de comunicación ponen altavoz creando un clima de desasosiego constante. Sobre todo si se habla de la coyuntura económica, tan adversa y si se habla de Grecia, ' blando' de Europa.


Como dice en una de sus divertidas ocurrencias el ingenioso Woody Allen, 'me interesa el futuro, en él voy a pasar el resto de mi vida'. En cambio los españoles, como siempre, dudan de su propio futuro, son pesimistas por carácter, lo ven todo negro, se amargan la existencia unos a otros. 'Y además, estos días hace un calor insoportable', como aseguraba metiendo su dedo índice entre la piel sudorosa del pescuezo y el cuello de su camisa el protagonista de un viejo chiste después de enumerar todas sus desdichas. Calma, calma. La situación es difícil pero no desesperada, mal que les pese a los agoreros que predicen un sinfín de calamidades económicas y si no les crees a pie juntillas, provocas la sonrisa sarcástica de los enterados. Vamos a darle otra vuelta de tuerca a este vital y penoso asunto de las negras perspectivas que nos acecharían como algo fatal. Sigue de actualidad mes tras mes, día a día.


En primer lugar, los periódicos aseguran regularmente cada fin de semana que Grecia, el talón de Aquiles de la Unión Europea, entrega el alma, está al borde del abismo, en una bancarrota anunciada a repetición desde el principio del verano; los especuladores pescan con malas artes en el río revuelto de la Bolsa, hacen caja con pingües ganancias y luego vuelta a empezar, otra vez recogida de beneficios, se retorna a las mismas, en un continuo movimiento en dientes de sierra tras constatar que no pasó nada.


Pues bien, la situación económica y bursátil era en efecto más incierta ?digámoslo con una imagen- que la de una gota de mercurio en un plano inclinado: no se sabía qué dirección iba a tomar. Al fin, alarmados por la acumulación de malas noticias, los bancos centrales han dicho basta y han decidido intervenir para evitar un colapso similar o mayor en Europa que el provocado por la quiebra del banco estadounidense Lehman Brotherss en el mundo hace exactamente tres años. Así, la Reserva Federal norteamericana, el Banco Central Europeo, los bancos centrales de Japón, Gran Bretaña y Suiza acuden de consuno en auxilio de la tambaleante banca europea. Las Bolsas, hipersensibles a toda variación, reaccionan positivamente a la iniciativa con subidas y calman de momento el juego. El peligro parece haber pasado.


En realidad, Europa no abandonará a Grecia. Ni a Alemania ni a Francia les interesa dejarla en caída libre, los bancos alemanes y franceses rebosan de deuda griega en el entramado de la economía europea. No se trata en modo alguno de solidaridad comunitaria sino de egoísmo.


Alemania, Francia y Grecia forman un claro triángulo isósceles de intereses creados que sostiene todo el armazón. La canciller Angela Merkel, el presidente Nicolas Sarkozy y el primer ministro Yorgos Papandreu han tenido que celebrar una videoconferencia extraordinaria para mostrar su buena entente y presentarse unidos ante los mercados. Fue uno de los actos con que Europa calmó la especulación rampante.


Grecia, con una población que se rebela contra las decisiones de Bruselas de apretarse el cinturón, está entre la espada y la pared: si no cumple lo prometido, no podrá recibir los 8.000 millones del sexto plan de rescate, cantidad y ordinal que dicen mucho de la precaria situación de Atenas. Resultado, ajuste duro, el griego medio lo paga, como lo pagó el portugués medio y el irlandés medio. Al acecho, otro gran Leviatán, la recesión, la caída del Producto Interior Bruto (PIB) griego fue en el segundo trimestre superior al 7%, la economía helena está exangüe.


Francia deja también por su parte mucho que desear. Desde que el primer ministro François Fillon confesara al principio de su mandato, poniéndose la venda antes que la herida, 'Francia está en bancarrota', la situación sigue a trancas y barrancas. Hoy en día es penosa como lo reflejan las abrumadoras cifras que cada vez se agravan más. Bastan dos datos: la deuda francesa alcanza un noventa por cien (90%) del Producto Interior Bruto (PIB) y aumenta segundo a segundo inexorablemente como se puede ver en los controles gráficos animados. El comercio exterior tiene un enorme agujero de 64 mil millones de déficit. Deuda y déficit son tan elevados que los franceses los dan por imposibles de enjugar y pasan de un gobierno a otro como un pesado fardo. Las administraciones saben que hay que reducir los gastos públicos, de los más elevados del mundo, pero saben también que si lo hacen pondrían en riesgo las próximas elecciones generales previstas para la primavera próxima. Sarkozy trata de compensar la difícil situación interna con una política exterior muy audaz y ambiciosa en la que impulsó en una operación de la OTAN desde el aire la caída del líder Muammar el Gadafi junto con el primer ministro británico, David Cameron, en espera de participar en el reparto de las ganancias del ubérrimo petróleo libio.


Parafraseando el dicho meteorológico español, sólo Alemania sale 'florida y hermosa' del trance. Con más de 367.000 kilómetros cuadrados y 82 millones de habitantes, país medular de Europa, de poder descentralizado en 'lands', de economía sólida y alta tecnología, la Alemania dirigida desde 2005 por Merkel, presidenta de la Unión Demócrata Cristiana, hace en estos últimos años tándem con su enemiga histórica, Francia, y no parece propensa a la hipocondría. n

Te puede interesar