Opinión

BIBLIAS, CANGREJOS, ELEFANTES DIMINUTOS

Como ya han pasado las elecciones hablemos de otra cosa. De biblias. Una de mis favoritas es 'Memoria del fuego' de Eduardo Galeano. Releyéndola me he enterado de que los cangrejos no tienen cabeza porque llegaron tarde al reparto de cabezas que hizo el gran Dios en África. Aunque suena raro, como lo dice don Eduardo no lo pongo en duda.


Los cangrejos son seres peculiares. No sólo por carecer de cabeza, lo que ya sería llamativo, sino por otras razones como tener diez patas o llevar el esqueleto por fuera. Siempre me he preguntado quién decidió comer uno por primera vez, pues su aspecto no es muy apetecible. Pero los decápodos son sabrosos, los gallegos sabemos bastante de eso.


Hay cangrejos de mil clases. Unos miden hasta tres metros y otros unos milímetros. Algunos curiosos son el Rey de América, que mide un metro de ancho; el Azul de Florida, que vive en madrigueras, o el Cangrejo Violinista, que está muy dotado para la música clásica aunque algunos ejemplares, sobre todo los irlandeses, se inclinan más por la popular tipo 'Greensleeves'. Ralph Vaughan Williams, el famoso compositor inglés, tuvo uno en casa que era un diestro intérprete de viola y al que el músico trataba como a un amigo.


Todos los cangrejos cambian de caparazón varias veces y mientras les crece el nuevo son blandos, como de papel. Por eso si usted encuentra uno en la playa en plena muda no lo toque, podría romperlo. En un par de horas el caparazón se habrá endurecido y el cangrejo estará otra vez en condiciones de morderle furiosamente con sus pinzas. Y eso, qué duda cabe, es más divertido que aplastarlo por error.


Volviendo a 'Memoria del fuego', aclaro por qué lo considero una biblia. Porque como la biblia es un libro hecho de leyendas maravillosas, héroes y dioses. Y parece escrito con un aliento poético que hubiera nacido en el cielo o yo no sé cómo pudo hacerse. Para que se hagan ustedes una idea abro al azar el segundo tomo, 'Las caras y las máscaras', y les cuento lo que dice. No es del todo literal.


Año 1776. El escritor uruguayo describe en detalle un extraordinario prodigio de la alquimia del XVIII en América. Una transmutación inimaginable y cruel. Cómo los esclavos negros capturados en África son vendidos en Jamaica y Barbados al peso, y llevados a las destilerías de Massachusetts donde los convierten en melaza y después en ron. Y cómo ese ron hecho de hombres cruza otra vez el Atlántico hasta Europa para que en la noble Inglaterra algún caballero atildado, blanco y sin conciencia (los caballeros no suelen tenerla), pueda bañar su alma por una vez en su vida con unas gotas del fuego de la verdad.


No sé ustedes, yo cada vez que veo a uno de esos muchachos negros vendiendo baratijas por la calle me acuerdo de esta historia. Ayer uno me regaló un elefantito.

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