Opinión

La pluma

A principio de los años 80, Arsenio Iglesias montó una librería-papelería en el coruñés barrio de la Sagrada Familia para invertir las ganancias del fútbol. "Fue una casualidad que al poco tiempo abriesen al lado un colegio", comentó una tarde que este chófer de anécdotas le preguntó por la curiosidad. El mundo del fútbol suele inclinarse hacia negocios de hostelería. Pero por algo le apodaron el "Zorro de Arteixo". 

Seguro que hoy hubiese tomado otra decisión.  Hace no mucho, cada barrio contaba con una papelería en las que se podían adquirir cargas de pluma estilográfica sin que te mirasen con careto de extrañeza. Los que persisten en la manía de utilizar la pluma para tomar notas -es mucho más rápido que el bolígrafo- tienen que dar demasiadas vueltas para conseguir tinta. Tan curioso como la librería de Arsenio Iglesias resulta que la resistencia caligráfica acabe en un gran centro comercial para no cambiar de herramienta. 

En la coruñesa calle Perillana había una pequeño establecimiento dedicado exclusivamente a la venta de material de escritura y elegantes encendedores para el fumador. El dueño era un artesano que afinaba con sutileza el punto del plumín al gusto del escribano que iba a utilizarlo. Pero el hombre de los recambios llegó a la edad de jubilarse sin encontrar el suyo. Hay que reconocer que ya a principios de la década de los 90 no le sobraba clientela. Sobrevivía sobre todo de arreglar y lustrar costosos mecheros.

El espacio de las papelerías ha sido ocupado por multinacionales que ofrecen productos de bajo coste. Tanto te puedes llevar una libreta,  un secador o jengibre en polvo. El pragmatismo se impone a la sutileza. Es casi imposible encontrar una papelería que se mantenga a flote en el centro de las principales ciudades de Galicia, como es imposible olvidar negocios como Porvén en A Coruña, La Región en Ourense, Comercial en Vigo... 

Las librerías tampoco pasan por un gran momento, a pesar del esfuerzo heroico de los libreros. Este año se celebrarán en Galicia 17 ferias del libro. Es un récord aunque no garantiza las ventas. Los nuevos negocios ya sirven letras con vino o café para ir tirando. Se acabará ofreciendo servicio de plancha para continuar escribiendo capítulos.

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