A día de hoy, uno de los grandes problemas de este país es que los profesores, salvo excepciones, no tienen ni pajolera idea de lo que es la informática. Llega el día, el momento de la nota final para enviar a un rapaz a galeras a estudiar o a que queme el año en una noche mágica como San Xoán y te dice el mail que la cativa ha pencado galego. Y cuando el castigo ya ha sido aplicado, te llega otra corrección advirtiendo del fallo en la comunicación de la nota. Que el rapaz ha conseguido un notable en esa materia que aparecía suspendida en la primera evaluación despierta un joder, joder y joder. Profesores, aprendan.
Hace una veintena de años, Doña Generosa, maestra de escuela unitaria, se arreglaba para tener a toda la paleta educativa de acuerdo. "Los pequeños aprendían de los mayores y los mayores se servían de los pequeños para repasar los conceptos que se le habían explicado". Hace unos años, a la hora de elaborar un reportaje, un profesor se quejaba de que una parte de sus compañeros seguían utilizando multicopista porque se negaban a caer en un programa como el Word para elaborar sus preguntas. El profesor de hoy, si quiere ser de mañana, tiene que ser consciente de que los niños llevan en sus manos un móvil que es una enciclopedia que canta todas esas preguntas medio estúpidas medio raras que les preguntan. Podemos obligarles a dar las clases y lecciones con el pizarrillo, pero ellos van por delante como ha sucedido siempre. La verdad no se entretiene en circunloquios ni se demora en mierdas políticas. Si estoy aprobado, dímelo a la cara, pero no te equivoques.
Y resulta que un profesorado desanimado y con unas carencias considerables, dan clase y evalúan a unos niños que tienen la enciclopedia en la mano. Son niños, pero no gilipollas y si te equivocas enviando las notas de la primera evaluación en vez de las finales, tú tienes que ir a septiembre.
