REPORTAJE

Las tijeras de ‘Lilito'

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photo_camera Sira Domarco, en su taller de Allariz, donde su padre ya tenía una sastrería.

Sira Domarco ha decidido poner de nuevo en marcha la sastrería de su padre, pero convertida en su particular tienda de bordados. Una importante firma de vestidos de novia se ha fijado en sus zapatillas.

A medida que se incorporan nuevos temas a mi discoteca mental particular, abuso cada vez más de la costumbre de reforzar -otros los hacen con los refranes- experiencias de uno o de terceros con la letra de una composición que en algún momento marcó un instante de mi vida.

No hace mucho, en la primera de las plantas de la Delegación de la Agencia Tributaria en Ourense, mientras escuchaba a nuestra protagonista, Chavela Vargas y sus simples cosas resonaban insistentemente en mi lóbulo temporal. La gran dama no se cansaba de repetir aquello de que "uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida", Sira Domarco -y a la par- relataba las tardes que pasaba entre planchas, la vieja Singer y los patrones colgados en la pared de la Rúa do Portelo 10 de Allariz, con su madre Sira repasando "todos y cada uno de los ojales y costuras para que el traje de mi padre, el sastre, tuviese un resultado inigualable", nos dice.

Allí, en esa ubicación que durante décadas fue la sede de la sastrería de su difunto y añorado "Lilito", se vistieron muchos ourensanos, perchas andantes de "unas prendas reconocidas por su corte impecable", asegura gratificantemente emocionada.

Las tres hijas vivieron el oficio y Sira decidió estudiar Trabajo Social para convertirse en funcionaria de Hacienda en los últimos 20 años. Reconoce que pese a tener habilidad nunca se planteó reeditar el negocio familiar. Sin embargo, un drástico cambio en su vida años atrás y la necesidad de aumentar los ingresos llegada la edad universitaria de sus retoños -los hijos le cambian la existencia a cualquiera- le llevó a buscar una segunda ocupación que le reportase el grado de pasión que profesionalmente le faltaba. Quizás, como diría Chavela, acabó por comprender que volviendo a esos sitios donde amó la vida uno "entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas". Y allí estaban aquellas tijeras, las que forman ya parte de su imagen de marca y que conserva con el esparadrapo que su propio padre le colocaba para evitar dañarse en los dedos por su incesante uso.

La mayoría de sus amigas no tuvieron la más mínima de las dudas en animarla a emprender en aquello que siempre vivió y mamó. Tanto es así que ha sido capaz, además de hacerse un bolso con una vieja saca que llevaba inscritas las iniciales del nombre de su abuelo, convencer a una de las más prestigiosas firmas españolas de ropa de novia para que las recién casadas luzcan las zapatillas bordadas en Allariz con las propias manos de Sira.

Si la ven, o la visitan el próximo jueves pasadas las siete y media de la tarde -fecha prevista para que la vieja sastrería de su padre regrese convertida en una firma de bordados hechos a mano con el sello indiscutible de los Domarco-, la verán como un flan. Pero convencida de que, "cuando uno realiza algo con pasión, el resultado llega.

Ahora más que nunca la entiendo -a su madre- y cuando el cansancio me puede y tengo dudas sobre el camino tomado, pienso en ella, en esas tijeras -¿les he hablado en el texto de unas tijeras?- y todas las dudas desaparecen".

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