El taller de iconos de Bande sopla 18 velas

La reproducción de la Virgen de las Rocas de Leonardo da Vinci y el San Miguel y Lucifer de Rafael Sanzio son las últimas incorporaciones al Taller de los Iconos de Bande. Una sala que atesora más de 105 piezas que, a lo largo de toda una vida, ha realizado la artista ourensana Soledad Blanco Rivera. “Al abrir la puerta y encender las luces, escuchas ‘Oh, ¿y esto aquí?’ La gente se sorprende porque nadie se lo espera. No me anuncio mucho y el que no se anuncia, no se vende…”, comenta Soledad Blanco a las puertas de su colección privada, a escasos metros de la capilla visigoda de Santa Comba de Bande. Enclavada en el bajo de la casa familiar, la misma en la que aprendió a andar y donde pasaba el verano con sus abuelos en el pueblo de su madrina, Soledad Blanco crea y custodia piezas originales y reproducciones, destacando por encima de todos los iconos representativos del arte bizantino. La vena artística se la descubrió su abuelo. “Veía que tenía aptitudes. Con siete años me compró una cajita de pinturas y me llevó a una academia de un amigo suyo (Luciano Cárcamo Uranga)”, recordaba. Después hizo muchas cosas. Desde licenciarse en Derecho a dar clases de óleo, acuarela, … “Es lo que tiene Madrid, que cuando eres joven tienes todas las posibilidades”, recuerda de la ciudad en la que pasó 40 años y donde cultivó “una afición loca. Todos mis ratos libres eran para esto..”, relata entre risas. Ahora, ya jubilada, su mente y sus sentidos están en una nueva exposición de óleos sobre paisajes de la zona. “Y tengo cuatro hechos”, confiesa. Este pequeño museo abrió sus puertas en el año 2005 y, aunque hubo altibajos llegando a pasar varios años cerrado, ahora mismo se puede visitar previa reserva por teléfono a través de su página web. “Es una colección bastante completa. Además del arte bizantino, que es lo que predomina, hay cosas góticas, renacentistas y antes (del renacimiento) también hay algunas piezas. Luego tengo originales, cosas propias, como relojes en plata, un abanico, un sol con signos del zodiaco, reloj, un abanico…”, numera la artista, que se siente profundamente unida Santa Comba. “La relación que yo tengo con Santa Comba es rara. Es como si el sitio tirara de mí y ¡claro que influye en mi obra! Porque al saber que tienes eso ahí, sabes que puedes trasmitir algo más”, dice y, apuntando los cruces del cimborrio de la iglesia visigoda, “son bizantinos, ¿sabes?”, comenta orgullosa sobre ese punto de conexión entre el taller y el Bien de Interés Cultural (BIC).