Cuando Juan Carlos I iniciaba su reinado no existía ni un esbozo de la intensa actividad actual
Treinta y nueve años han dibujado un país en el que las pintadas han dado paso a los graffiti, las bandas a los auditorios, las pequeñas bibliotecas a una red de museos, "Furia española" a "Ocho apellidos vascos", y los recitales "protesta" de Raimon a los macroconciertos de Alejandro Sanz.
Cuando en 1975, Juan Carlos fue proclamado rey no existía ni siquiera un esbozo de la red institucional cultural que ahora está asumida como normal, y a la que acompaña con naturalidad iniciativa privada y corrientes alternativas. Museos, auditorios como el Nacional, festivales de cine, de música o de teatro, premios nacionales e internacionales, instituciones como el Cervantes o grandes eventos, surgieron en un momento en el que todas las utopías parecían posibles y España cambió propiciando el regreso de exiliados como Alberti o el "Guernika".
El año en el que España se transformó para siempre se instauró el Premio Cervantes, que recibió al año siguiente Jorge Guillén, y que ganó en su última edición Elena Poniatowska. España seguía entonces sin demasiado interés festivales de cine como el de San Sebastián, que José Luis Borau ganaba con "Furtivos" pero "Furia española", de Francesc Betriu, arrasaba en los cines que se contaban por decenas en cualquier ciudad.
La casualidad ha querido que el "hecho diferencial" vasco y andaluz haya sido este año el asunto de la película española más vista de la historia del país -nueve millones de espectadores-, "Ocho apellidos vascos", de Martínez-Lázaro.
época de premios
El Premio Nacional de Ensayo comenzaba en 1976 su andadura y le siguieron los de Literatura o Artes Plásticas y galardones internacionales que contribuyeron a sacar a España de la zona de sombra, como los Príncipe de Asturias, creados en 1980.
La cantante Alaska con el grupo Kaka de Luxe daría paso en 1976 al punk español, que se integraría poco después en el fenómeno de la Movida, un movimiento contracultural que duró hasta mediados de los 80 y que se fue diluyendo en muy distintas alternativas que conforman una cultura urbana que a veces se expresa en graffiti, los sustitutos de las pintadas políticas de la Transición.
Del Nobel al destape
En 1977, Vicente Aleixandre ganó el Nobel y en todo este tiempo solo se lo han concedido a otro español, Camilo José Cela (1989), aunque no es por falta de oferta literaria ni de interés del público, que tiene a su disposición casi todo lo que se edita en el mundo, algo impensable entonces.
El Festival de Teatro Clásico de Almagro fue el primero de los que se creó, en 1978, para fomentar una red escénica que, hasta entonces, estaba concentrada en los numerosos teatros de las capitales. Ya antes de la muerte de Franco se programaba a Samuel Beckett, Federico García Lorca o Rafael Alberti, pero no fue hasta 1975 cuando Victoria Vera la armó al enseñar un pecho en "¿Por qué corres Ulises?".
Con la censura desaparecida casi de un plumazo, apareció como género propio el cine del "destape", en el que se veían por primera vez, con cualquier excusa, senos y nalgas femeninas, una exhibición casi naif, si se compara con la polémica que levantaron luego películas como "El crimen de Cuenca" (1979).
Luis Buñuel había conseguido en 1972, el Óscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa por "El discreto encanto de la burguesía", y hasta 1983, gracias a José Luis Garci y "Volver a empezar" no se repitió la hazaña que renovó Fernando Trueba en 1993 con "Belle Époque", Pedro Almodóvar en 1999 con "Todo sobre mi madre" y Alejandro Amenábar en 2004 por "Mar adentro". Las salas y teatros se llenaban entonces para escuchar a cantantes protesta como Raimon o José Antonio Labordeta, pero el primer gran concierto de un grupo musical tras la muerte de Franco lo dieron los Rolling Stones en 1976 en Barcelona, una senda "macro" que han transitado de Madonna a Michael Jackson sin olvidar a súper ventas nacionales como Alejandro Sanz, y a la que volverán sus "satánicas majestades" este mismo mes en Madrid.
