ADIóS UN GRANDE DE LA MúSICA

Bowie, el hombre que compró el mundo

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photo_camera El músico británico David Bowie.

El viernes cumplía años y lo celebrábamos con un nuevo disco “Blackstar”, después del prometedor “Next Day”

Sí existe un mito de adolescencia, aunque ésta quede en el pleistoceno, ese fue David Bowie. El viernes cumplía años y lo celebrábamos con un nuevo disco “Blackstar”, después del prometedor “Next Day”, un disco oscuro, con canciones extrañas, vanguardista como siempre, decían algunos; otro disco más, en una singladura mayúscula marcada por la innovación y la creatividad.  

Sobre el escenario fue un mutante que puso a la altura de una estrella del rock la parafernalia que arropó toda su música; no era uno más, era Bowie, David Robert Jones, quien para evitar confusiones con el cantante de los Monkees, lo sustituyó por el sobrenombre que todos conocemos. Lo de la escena marcó sus inicios camaleónicos, no en vano en su juventud se interesa por el teatro, por la mímica, integrándose en la Lindsay Kemp, junto a su amigo Marc Bolan. 

A pesar de su sonada ambigüedad sexual, en 1969 se casa con Angela Barnet, que dio lugar a la mítica canción “Anggie”, que cantaron los Stones. Aquel mismo año se publica “Space oddity”, un disco inspirado en la película de Kubrick, donde narraba las peripecias del mayor Tom que durante una misión queda atrapado en el espacio exterior. 1971, “The man who sold the world” y “Hunky Dory”, con toda la parafernalia glamurosa a flor de piel, con la maquinaria glam rock y todo lo que significó el hecho de aunar música y estética sobre el escenario. Es él quien diseña su propio vestuario, combinando un maquillaje extremo con peluquería de ficción, entre unas vestimentas futuristas y potentes, sin complejos.

En todo esto fue también un pionero. Bowie ha sido un hombre anuncio de sí mismo, el márqueting le ha acompañado en cada una de sus producciones. El diseñador japonés Kansai Yamamoto lo aproximó a una escultura humana, memorable también la casa dieciochesca con la bandera británica que diseñó Alexander McQueen. Muestras de su potente imaginario han dado cuerpo a todos sus discos, desde “Aladdine Sane” a “Heroes”. Su potente imagen promocional siempre ha sido la avanzadilla perfecta para este innovador músico ecléctico, que ha sabido hasta el final fusionar estilos y abrir otros nuevos entre el glam, el rock, el funk, la psicodelia, el folk, o el jazz y la electrónica, como se puede disfrutar en su último legado en forma de disco -Blackstar-publicado el día de su último cumpleaños. 


“The rise and fall” o “Ziggy Stardust and the Spiders From Mars” (1972), junto a un guitarra esencial como Mick Ronson, es uno de los pilares de su flamante discografía, un disco eminentemente muy rockero; “Aladdin sane” y “Pin-ups”, ambos de 1973, completan esa etapa que lo erige en la rutilante estrella que hoy recordamos. A los Spiders de Mick Ronson les da el finiquito en 1974, cuando lo más fácil sería continuar por lo rodado. “Diamond Dogs” (1974) es un giro a otras músicas, hacia el soul y la música negra, con colaboraciones de músicos afroamericanos. Allí se registra el memorable “Fame”, donde colabora John Lennon. En esa misma línea de soul, “Station to Station” (1976), fruto de su estancia en los Ángeles. Junto a Brian Eno, uno de los músicos que mejor conoce a Bowie, idea una trilogía esencia “Low” y “Heroes”, de 1977, y “Lodger” (1979).

Discos de experimentación y ruptura, que marcaron las líneas esenciales de su discografía, a lo que se podía añadir “Scary monsters” (1980), para servidor, su última obra maestra, lo que viene después es otra cosa. “Let´s dance” (1983) inicia una vía nueva, que le llevará a la música de baile y otras derivas, con discos bien prescindibles hasta el prometedor “Next Day”, que hasta en la portada hacía guiños al pasado sobre el adorado “Heroes”. 


Anoche, casi premonitorio, uno se la pasó escuchando “Blackstar”, su último disco, algo le sonaba extraño. 

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