El Clan del Oso Cavernario bien pudo pintar Altamira

Cuando se conoció que Jean M. Auel, la creadora del 'Clan del Oso Cavernario', se estaba documentando en los yacimientos de la Cornisa Cantábrica para la novela que cierra su saga sobre la Prehistoria, 'La tierra de las cuevas pintadas', sus miles de seguidores en España soñaron con ver a Ayla en Altamira.
José María RodríguezSin embargo, la novelista estadounidense destaca, entre otras cosas, por el rigor de sus novelas y difícilmente podía dar el salto mortal de llevar las andanzas de una joven cromagnón criada entre neandertales en el intermedio cálido de la última Glaciación, hace entre 35.000 y 20.000 años, a cuevas como Altamira, Ekain, Tito Bustillo o El Castillo, pintadas, se supone, miles de años después.

Para ese momento del Paleolítico, solo una gruta europea podía ofrecerle pinturas acordes con esa antigüedad: la francesa de Chauvet, transformada en 'La tierra de las cuevas pintadas' en 'El emplazamiento sagrado de más antiguo de la Gran Madre Tierra', un lugar venerado por los zelandoni (chamanes) de su tribu de acogida.

Hasta su admirada Lascaux -la otra cumbre del arte rupestre paleolítico, con Altamira- aparece en esa novela como 'La gruta blanca', una cueva que Auel describe impoluta, todavía sin pintar.

En un pasaje de 'La tierra de las cuevas pintadas', la escritora que se adelantó a la ciencia en despojar a los neandertales de las notas de primitivismo con las que solían ser descritos, se encarga de recordar a sus lectores, por boca de Ayla, de que 'la gente del Clan no crea imágenes', dentro de la tesis ampliamente aceptada de que el otro linaje humano que convivió con nuestros antepasados carecía de capacidad de abstracción necesaria para pintar.

Pero todo podría haber sido distinto si esa novela de 2011 se hubiera escrito ahora, porque el artículo que hoy publican científicos de varios países, entre ellos España, en 'Science' prueba que algunas de las pinturas de Altamira, Tito Bustillo y El Castillo son varios miles de años más antiguas de lo que se suponía. De hecho, las convierte en las más antiguas de Europa.

El récord se lo lleva El Castillo (en Puente Viesgo, Cantabria), una de las 'catedrales' de la Prehistoria en la que trabajaron a principios del siglo XX los pioneros de esta ciencia (Obermaier, Breuil, Alcalde del Río...), donde se ha datado una mano en negativo de 37.300 años de antigüedad y un disco rojo de más de 40.800 años.

Ese estudio no solo retrasa el reloj del arte rupestre varios miles de años, sino que lo lleva a un momento en el que neandertales y cromagnones convivían en Europa, o más bien competían por los recursos y las mejores cuevas. Y plantea de forma explícita esta pregunta: ¿pudieron pintar los neandertales esas figuras?

Ni los propios autores del artículo comparten una respuesta, pero el hallazgo va a generar importantes debates a partir de ahora.

Más aún cuando cada vez más investigadores defienden que la Península Ibérica fue el último reducto de los neandertales en Europa antes de su desaparición, con refugios confirmados muy cercanos a Altamira, El Castillo o Tito Bustillo, como El Esquilleu, una gruta situada en la entrada a los Picos de Europa desde el mar.

De hecho, un reciente artículo publicado en 'Quaternary International' por el equipo que dirige Javier Baena, de la Universidad Autónoma de Madrid, indica que se han encontrado en esa cueva útiles de piedra elaborados con una técnica típicamente neandertal en estratos cuya antigüedad por Carbono 14 es de 22.000 años, cuando se supone que ese linaje humano ya no estaba ahí.

A falta de un resto óseo que confirmara que los neandertales siguieron habitando esa zona hasta semejante fecha, ese estudio solo puede afirmar que su legado tecnológico les sobrevivió. El trabajo que ahora publica 'Science' llama a preguntarse si a ese legado también habrá que sumarle en los próximos años el arte rupestre.

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