Jorge Edwards recorre la historia latinoamericana de la última mitad del siglo XX en 'La casa del señor Dostoievsky'

Jorge Edwards, durante la presentación de su nuevo libro. (Foto: Juan Carlos Hidalgo)
‘La Casa de Dostoievsky’, novela de Jorge Edwars ganadora del Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica 2008, y que acaba de ser presentada, es una historia de amor, de política y de los afanes personales que mueven el mundo, a partir de la historia de un Poeta, así, con mayúscula y de nombre incierto que según el cronista-narrador-testigo de la historia, da sus primeros pasos poéticos y vitales en el Santiago de Chile de los años 50, antes de recorrer la historia latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX.
‘No le tengo mucho miedo al palo, pero sí se lo tengo al abrazo y por eso no he vuelto a Cuba desde que allí se me declaró persona non grata’, explica Edwars, Premio Nacional de Literatura en 1994 y Premio Cervantes en 1999, que recrea en esta ocasión toda una época en una novela sobre la poesía, los poetas y las ganas de ser poeta. Una novela sobre una generación que aún mantenía la ingenuidad, que vivió una época de cambios sustanciales, traumáticos y definitivos. La recreación de todo un paisaje ya desaparecido. La historia del Poeta, desde sus comienzos en la llamada casa de Dostoievsky, refugio bohemio del Santiago de los años cincuenta, hasta su vuelta al Chile oscuro de la dictadura de Pinochet, pasando por el París siempre mítico y alocado y la Cuba de los principios de la revolución, en un viaje iniciático e irónico a lo largo de unos años sustanciales para la historia de Latinoamérica y del mundo.

‘La casa de Dostoievsky’ está inspirada libremente en la vida de Enrique Lihn, poeta y amigo de Edwards, en la de Pablo Neruda y también en la propia vida del autor, y significa su vuelta literaria a la Cuba que le expulsó en los años 70 y que contempla ahora con no poca generosidad. Pero es la vuelta, también, a los tiempos de esperanza de Salvador Allende y a la ruptura traumática que significó la dictadura de Pinochet. Escenarios temporales y políticos fundamentales para comprender la realidad en día.

‘La novela nació de la historia de una casa, a la que llamábamos la casa Dostoievsky, que me contó Enrique Lihn. El alquiló allí una habitación muy pequeña que estaba repleta de cosas extrañísimas, hasta el punto de que una vez salió de allí por la ventana, tiró la llave dentro y nunca más volvió a entrar’, explica Edwards que también confiesas tener ‘nostalgia de aquellos tiempos de bohemia, aunque desde luego, me alegro de haber escapado de ella’.

Respecto a Pablo Neruda, Jorge Edwards cuenta cómo ‘era mi amigo y me insistió mucho en que me trasladase a París, pero como mi mujer no quiso no lo hice hasta que en 1970 mi situación en la isla se complicó y fui declarado persona non grata, así que me fui a Francia como Ministro Consejero de Chile’.

MAS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS

Sin abandonar el tema de su relación con el Premio Nobel chileno, Edwars asegura que su relación con Neruda ‘fue buena y divertida a veces y otras veces no tanto’ y recuerda cómo a pesar de que su familia era ‘muy de derechas’, él no lo era y ‘fue Neruda el que me convenció para no militar como comunista, si bien, cuando me enemisté con Fidel Castro, me recomendó lo contrario. No lo hice, y ahora soy liberal en algunos casos y socialdemócrata en otros’.

A través de ésta novela Jorge Edwards lanza una mirada irónica, pero también nostálgica a la segunda mitad del siglo XX, a sus protagonistas, ángeles y demonios, o simplemente seres humanos que buscan su lugar en el mundo. Es una mirada joven con la que el autor se ríe en ocasiones de sí mismo. Una mirada sobre el amor, las ilusiones truncadas, la política en el sentido más filosófico del término y también en el más específico.

La novela presenta también un repertorio de personajes por medio del narrador coral que se convierte en testigo de toda una época que muchas veces no consigue entender. Un narrador que a veces no está seguro de lo que cuenta y al que incluso en ocasiones le faltan datos, como a cualquier cronista de la realidad, y es que el propio Edwards confiesa que ‘he querido hacer una novela de indagación más que una novela de respuestas, sencillamente porque no las tengo y lo que sí tengo son muchas preguntas’.

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