Karajan, un divo de la batuta que marcó toda una época

Muestra fotográfica dedicada a Herbert von Karajan.

El director austríaco Herbert von Karajan, considerado el ’último emperador musical’, sigue proyectando una larga y controvertida sombra sobre el mundo operístico en el centenario de su nacimiento y casi veinte años después de su muerte.


Heribert Ritter von Karajan nació el 5 de abril de 1908 en la ciudad austríaca de Salzburgo, cerca de la frontera con la Baviera alemana, en el seno de una familia de origen checo que obtuvo el ’von’ nobiliario gracias al emperador Francisco José.

Pronto se dedicó a la música, destacando desde temprano tanto por su magistral interpretación como por su arrolladora personalidad, que ejerció una fascinación y seducción que le facilitó el camino a la cumbre.

El filósofo británico Isaiah Berlin llegó a definirle como ’un genio con un tufillo de azufre a su alrededor’.

Su figura sigue siendo muy controvertida: odiado por algunos, que lo consideraban un egocéntrico que dedicó gran parte de su vida a construir su imagen de genio, otros responden que su gigantesca influencia en la cultura musical no tiene comparación en la segunda mitad del siglo XX.

De lo que no hay duda es que la concepción actual de la ópera, el papel de las orquestas, el peso de la difusión comercial de la música clásica y el inconfundible toque de ’glamour’ que la envuelve sería muy diferente sin Karajan.

Ningún otro músico consiguió en vida la popularidad de la que disfrutó Karajan, no sólo por su indudable talento, sino también en especial por el mito creado en torno a su figura, por lo bien que se supo vender comercialmente.

Casi como una síntesis de la controversia en torno a su figura, en uno de sus últimos conciertos, el maestro John Eliot Gardiner dijo que ’había algo casi diabólico en la forma en la que ejercía su poder (con la batuta), y ese algo iba en detrimento de la música’.

Su vida pública se siguió como la de una estrella, algo a lo que él ayudó sin ningún rubor. Pilotó sus propios aviones, dirigió sus yates, condujo los coches más potentes y caros y logró que su vida, junto a Eliette, su tercera mujer, estuviera permanentemente en portada de las revistas del corazón.

Su afiliación al partido nazi en 1935 -aunque sus simpatías son ya testimoniadas años atráspara poder seguir trabajando en Alemania siguen siendo motivos de interminables discusiones.

‘La política no tenía importancia para mí’, relataría después, en 1946, al tribunal aliado que le interrogó tras la guerra. ’Estoy preparado para admitir que fue un error’, dijo entonces.

El prestigioso historiador Oliver Rathkolb sostiene que se afilió para medrar y que se prestó a que los nazis lo utilizaran ’como la joven y moderna estrella alemana en conciertos propagandísticos, desde París a Atenas’.

Tan sólo a partir de 1942 se distanció de forma evidente del régimen, tras su matrimonio con Anita Gütermann, quien tenía un abuelo judío, algo que se encargó de recordar ante el tribunal de desnazificación.

En 1938, el año en el que Austria fue anexionada por el Tercer Reich, tuvo su primer gran éxito con Tristan e Isolda, que le valió una crítica titulada: ’En la Opera Estatal, el milagro Karajan’.

Tras la guerra, su estrella volvió a recobrar altura a partir de 1946 y, desde entonces y hasta su muerte, dirigió las mejores orquestas, óperas y festivales.

En Berlín logró la fama al frente de la prestigiosa Filarmónica de esa capital, una orquesta cuya batuta asumió en 1954 y con la cual escribió parte de la historia musical, y consolidó su brillante carrera cuando pasó a dirigir la Staatsoper en 1956.

Ese mismo año fue nombrado director de los Festivales de Salzburgo y en 1967 creó los de Pascua, en la misma ciudad, cuna del genio musical Wolfgang Amadeus Mozart.

Gran parte de su popularidad se debe a su alianza con la técnica, al descubrir las enormes posibilidades de las grabaciones musicales en distintos formatos, tanto de audio como de vídeo.

Karajan introdujo la música clásica en el mundo del vinilo, primero, y en el disco compacto después, conquistando el mercado: sus grabaciones alcanzaron cifras de venta sin igual.

Su figura de rey Midas de la música, con un poder tremendo para confeccionar carteles y catapultar carreras le hizo ganarse muchos enemigos.

Aún así, hasta sus críticos reconocen que era un intérprete genial de la música del XIX y XX, sobre todo de Piotr Ilich Chaikovski, Richard Wagner, Richard Strauss y Gustav Mahler, entre otros.

Karajan murió el 16 de junio de 1989, tras los ensayos de la ópera ’El Baile de Máscaras’ de Verdi para los Festivales de Verano de Salzburgo. Su fallecimiento ’en horas de trabajo’ fue una muestra más de su dedicación a la música con la intensidad que le caracterizó.

Con sus virtudes y defectos, Karajan es ’un producto del oscuro y brillante siglo XX en Europa’, tal como resumió Oliver Rathkolb.

Te puede interesar