CRÓNICA

Kiko Amat reúne sus mejores y "peores" crónicas en "Chap Chap"

Amat
photo_camera El escritor Kiko Amat.

Un libro de casi 500 página que recoge una antología "confesional" de la producción periodística de este hiperbólico gacetillero en sus últimos 25 años.

Lo que parecía una amenaza, se ha hecho realidad. Kiko Amat ha reunido sus mejores y peores artículos en "Chap Chap" (Blackie Books), un libro "ladrillo", en palabras de autor (casi 500 páginas), que recoge una antología "confesional" de la producción periodística de este hiperbólico gacetillero en sus últimos 25 años.

Este atípico periodista que, dice haber seleccionado las crónicas "más por buenos artículos que por buenos temas", confiesa, en una entrevista con Efe, que la recopilación le ha creado "una crisis de órdago". ¿Qué esperaban? Al fin y al cabo, estamos ante un Kiko Amat en estado puro.

Pero ¿quién es Kiko Amat? Si nos atenemos a su D.N.I., estamos ante Francesc d?Assis Amat Romeu, un francotirador de las palabras, nacido en Sant Boi (1971), que fue mod militante, trabajó en la SEAT, despachó Happy Meals en Londres, se inició como escribiente en la prensa gratuita de Barcelona y, actualmente, escribe crónicas efervescentes en las páginas culturales de periódicos como La Vanguardia o El País.

Este breve currículum no describe que Kiko Amat IV - así firmaba de pequeño nuestro héroe- es uno de nuestros cronistas más personales en lengua castellana. De hecho, en el prólogo de la antología nos plantea un teorema práctico para entender su estilo de columna periodística: el YO es el centro de todas las cosas.

"La crónica, tal y como se entiende en Latinoamérica, es un formato abierto, innegociable en primera persona. En Inglaterra, también. Por ejemplo, coges a Caitlin Moran o Charlie Brooker, todos pasan por una primera persona no oculta, en todo artículo aparece el yo, el autor. Eso crea familiaridad, intimidad, cercanía", confiesa.

En la antología es todo tan personal que sentimos compasión por su pelirroja y paciente mujer; comprendemos que la paternidad llega cuando tus hijos no te dejan disfrutar de la intimidad del váter "sin interrupciones"; o nos nacionalizamos del país del quinto -botellín- de cerveza frente a otras medidas foráneas (y otras banderas).

Esta defensa del yo escribiente -anatema del periodismo soso- tiene una segunda pata: el humor. Repetimos, el humor, esa palabra maldita y perseguida en algunas facultades de Ciencias de la Información.

"Tienes que hacer reír, tienes que ser 'diver'. Tienes que usar unos mecanismos para que el artículo sea chispeante, gozoso, cómico; al margen del tema que sea, eso es secundario", declara Amat que reivindica a periodistas como Julio Camba, Jardiel Poncela, Álvaro de la Iglesia o Ramón de España -"me encantaba, me chiflaba"- como autores " de inspiración tardía" en la tradición del mejor columnismo español.

Sin duda, el territorio más fecundo para la crónica "sin ataduras" está en la cultura pop. Por ello -y así se refleja en "Chap Chap"-, Kiko recupera artículos tan demenciales de su carrera como su "no" entrevista con la actriz Juliette Lewis, su asalto al entorno "del caragirat Pujol" en Queralbs o su análisis del filme "Aterriza como puedas (Airplane)" con el sugerente título "Joey, ¿te gustan las películas de gladiadores?".

La recopilación de los grandes éxitos de Kiko incluye también sus peores artículos. Con este ejercicio -"triple flagelación", señala- , el lector descubre que la palabra escrita es una condena eterna. Sobre todo para el autor que confiesa haber relatado grandes conciertos sin aparecer por la sala, que arremete contra el heavy rock por hacerse el moderno o que pone a caldo a sus tiendas de discos favoritas de Barcelona para que le partan la cara cuando compre el próximo vinilo. Sí, periodismo Gonzo del bueno y sin medicación.

Al margen de las risas (o además de), Kiko Amat es un escritor solvente con cuatro novelas -inolvidable "Rompepistas"(Anagrama, 2009), sobre la mesa y muchas ganas de dar guerra.

Con "Chap Chap", nos asaltan las preguntas: ¿Es el final? ¿Una obra maestra escrita por un genio? como dice en el prólogo ¿Una confesión? ¿Un mamotreto? Tal vez solo sea una excusa para reírse un rato sin psicotrópicos, bebidas espiritosas o pastillas para la tos. Son solo palabras con gracia y salero que suponen, como diría el gran Julio Camba, "un ajuste de cuentas contra el miserable que inventó la imprenta".

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