BOLA EXTRA

Adrián Garrido: un "cigarrón" volando en Macau

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photo_camera Adrián Garrido es uno de los baluartes de un espectáculo de freestyle en Macau.

Adrián Garrido vive en las alturas del freestyle en la ciudad costera china, extrañando el Entroido y con la espina clavada de participar en un Dakar

La verbena de los compadres ya es historia y en el calendario se organiza el día de comadres en Verín. En la tierra de la chispa, es tiempo de Entroido. Un ritual sagrado. Adrián Garrido (07/02/1984, Verín) recibe vídeos e imágenes de los disfraces de sus amigos y familia en Verín. De las monjas peludas, a los curas más exóticos. Todo vale. Él vive en Macau y mientras  tanto disfruta del carnaval ourensano a más de 10.672 kilómetros. "Vivimos el Entroido con mucho entusiasmo tanto mi familia como yo, pero claro, a mí siempre me toca estar preparado por estas fechas porque en febrero empieza la temporada de freestyle y tengo que estar al 100 por 100".

El verinense es uno de los motoristas que participa en el espectáculo "The House of Dancing Water" en la ciudad de Macau.  Son varios los que, desde las alturas, ofrecen una actuación de freestyle, etiquetada como "única" en el mundo. Sin embargo, el espectáculo también añade bailarines, animales y todo tipo de trapecistas.

La historia de Adrián Garrido empezó como la de todo deportista, desde la cuna. Esta vez, no nació con una pelota debajo del brazo. Sino que fue con un casco y la adrenalina de las cilindradas. "Ya desde pequeño tenía moto. De diferentes tamaños (bromea). Empecé a los dos años empujando con los pies una de juguete; a los tres y cuatro años, ya tenía una de batería y a los seis, la de gasolina. Mis padres siempre fueron muy aficionados al mundo del motor, en especial, al de las motos. Mi padre corrió a nivel profesional y mi madre era una aficionada más. Le gustaba conducir y siempre estaba encima de una".

Durante su infancia, la moto era una asignatura de fin de semana. "Estaba deseando terminar el colegio y que llegase el sábado y el domingo para ir con mi padre por los montes de Verín, buscando saltos o simplemente motivaciones para hacer piruetas". Los recuerdos se agolpan y se aceleran, como su mano derecha en la moto. "Teníamos un circuito hecho por mi padre y sus amigos en lo alto de Monterrei, pero nos prohibieron montar allí. Fuimos a Cabreiroá, pero nos pasó lo mismo. La parte más dura durante mi infancia era despertarse los lunes después de un viaje de más de 1.000 kilómetros para ir al colegio". Y añade sin pudor: "Me perdí algunas fiestas con mis amigos, pero no me arrepiento. Sabía donde quería llegar y eso era lo más importante".  Sus pies empujaron la primera moto, la batería aceleró sus pulsaciones y a los ocho años se fue a Suiza. "Entre Ángel Gallego y Antonio Toçé me hicieron crecer. Antonio me llevó a Suiza a correr al lado de Marc Ristori y Jerome Dupont y me abrió las puertas de Brasil". 

entroi_result"¡Hasta luego, Verín!"

A los 14 años, empezó a ser profesional sin querer y sin ser "obligado" por sus padres. Su hobby se convirtió en profesión y su talento en su mejor virtud. Salió de Verín con la maleta en una mano y el casco en la otra. Esperaba Brasil. Allí fue campeón de la región norte en motocross. España era su próxima parada. A su vuelta, se encontraba en "mi mejor momento" con un anillo de casado y Enzo, su hijo, en camino. Corrió con moto Gas Gas y consiguió un puesto en el equipo de Oriol Pons. El cuento parecía tener un final feliz para correr en moto el Dakar. Sin embargo, fue segundo en la Baja Aragón por detrás de Gerard Farrés. El piloto de Manresa protegió como mochilero a Marc Coma ese mismo año (2009) donde fue subcampeón. Ahí acabó el sueño del Dakar y llegó la oferta de Macau. El freestyle, otra de sus aficiones, se convirtió en su trabajo, en su vida. 

Suma años volando los cielos de Macau en "The House of Dancing Water" donde hace vibrar al público. Su esposa le aplaude y Enzo copia su ejemplo. Pero, cada vez que alcanza el punto más alto, aparece en su cabeza el logro de Carlos Sainz en el  Dakar. "Es una prueba con la que sueña todo piloto que le gusta el mundo del motor. No te puedo negar que me encantaría formar parte aunque sea una vez en la vida. Desearía correr el Dakar y dejar escrito mi nombre en la prueba. Sin embargo, es muy caro y conseguir patrocinadores está complicado. Para ir a Suramérica tienes que tener un buen apoyo económico. Cada vez que me dan la oportunidad de hablar, rezo para que alguien me lea y apueste por mí. Todo sería más fácil".Por su sangre corre el ruido del cigarrón. El Entroido y el Dakar son dos deudas que tiene consigo mismo cada año. "No estaría mal que la organización del Entroido pensara en un festival de freestyle en Verín y así igual podría venir", se ríe con el nerviosismo de que pueda ser verdad algún día. ¿Por qué no?

Acelera por las pistas del "City of Dreams" (su lugar de trabajo) para montar uno de los mejores espectáculos del mundo. Cada vez que vuela en la ciudad de los sueños pide una utopía. Un año inolvidable en el que correr disfrazado por Verín, contando como son las dunas y las trampas del Dakar. Una fantasía, un anhelo, una bola extra.

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