HISTORIAS DE PRENSA Y RADIO

Berto, Conde Mir y Lucho

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photo_camera José Manuel Sobrino y Berto Manso, en Andorra.

Desde que Conde Mir llegó a la COPE se ganó a todos los de la casa. Catalán y encantador. Trabajador incansable y desinteresado. Con un amor de locura: la radio.

Creo que fue hace un par de semanas cuando conté mis coincidencias estudiantiles con Seguín, el más próximo de mis colaboradores. Es decir, esos a los que recurres para que te echen una mano en tus trabajos profesionales. También me acompañaron Manolo Conde, Miguel Domínguez. Pero entre los que permanecieron más tiempo, hay que citar a Berto Manso, Conde Mir y Lucho Barreiro.

BERTO MANSO

Recurrí a mi amigo de siempre Berto Manso para mejorar la información  técnica del baloncesto, tema sobre el que sabía de sobra, estaba muy documentado en este deporte.

Con Berto estuve viajando mucho tiempo con fútbol y especialmente baloncesto con la ACB. En Valencia, en Fuente San Luis. En Manresa. Un sábado en Huesca y el domingo por la mañana en Getafe, todo de un tirón, sin parar a dormir y Berto al volante: nada tiene de extraño que se quedara dormido en la tribuna de Butarque y no despertara ni con la alegría de los locales por cada uno de los cinco goles que nos metieron. Un sábado en Sevilla con el San Fernando y el domingo en O Couto, también sin ver una cama. Guadalajara. Las visitas a Alcalá de Henares en el ascenso a ACB. Y bueno, desde luego, un buen número de partidos más. Con el inconveniente que antes de coger el coche para volver a casa de noche, o haciendo un alto en el camino, había que dictar la crónica por teléfono al periódico y a esas horas, como no se habían inventado los móviles, ni ordenadores portátiles aún, más de una vez lo hicimos telefoneando desde gasolineras. 

DANIEL CONDE MIR

Desde que Conde Mir llegó a la COPE se ganó a todos los de la casa. Catalán y encantador. Trabajador incansable y desinteresado. Con un amor de locura: la radio. Dos o tres detalles para que lo entendáis.

Eran tiempos en que apenas emitía la COPE programas en cadena, teníamos mucho tiempo para nosotros. Por eso dejé la SER y me fui a aprovechar aquella “libertad de movimientos”. Un domingo por la mañana mi mujer me dice “oye, no sé qué pasa que está hablando  Mir en la emisora”. Llamo y me aclaran  “es que está Mir en Oira narrando la llegada de los primeros bañistas a la playa”. Había que dejarlo.

No podíamos informar desde el Pabellón de los partidos destacados  de Liga Nacional Juvenil hasta que terminase Monseñor Temiño con la misa de la Catedral que radiaba la emisora. Subo la grada y me encuentro en lo alto a Conde Mir, micrófono en una mano, y con La Región en la otra mano leyendo algo. Me hace señas para que no diga nada. Estaba transmitiendo una esquela. Y me explica: “es que llegó un funerario de Carballiño y era necesario dar esta esquela a mediodía y como no hay locutor se la leí yo a Sesé –un técnico-, la grabó y ahora ya la pone él”.

Fue en uno de los tantos trofeos Teresa Herrera que radiamos con Paco Rivera y José Luis Otero de COPE Lugo para todas las emisoras de la Cadena en Galicia. Nos colocaron al lado del banquillo del Real Madrid. Mir se movía haciendo entrevistas; estrenaba un traje “mil rayas” y como era un inquieto micrófono en mano, hasta se arrodillaba viviendo la radiación; pero descubrió que se manchaba el pantalón en el césped. Solución: se lo remangó por encima de la rodilla y lo convirtió en pantalón corto, una operación así despertó sorpresa  en el banquillo blanco . Le seguían con una mezcla de curiosidad, sonrisa y sorpresa. 

Mil casos más. Un día Daniel Conde Mir enfermó, ya en sus horas bajas, y se nos fue. Asistimos al Tanatorio. ¿Y el funeral? “Aquí mismo, en la capilla de arriba, por el rito protestante. Os sorprenderá. No quería que lo supierais porque estaba con vosotros en la COPE. Temía perder vuestra amistad”.

LUCHO- ALEJANDRO

Lucho Barreiro era nombre de guerra del Padre Alejando Lorenzo. Un joven sacerdote natural de Quins, junto a Ribadavia, deportista nato, critico radiofónico irónico y duro, con el que daba gusto dialogar a micrófono abierto. Impartía clases en colegios religiosos. Una joven señora me decía que “en mis tiempo en Carmelitas, era el confesor preferido de las alumnas para arrepentirnos de nuestras culpas”. 

Alejandro era entrenador de atletismo. Y su deporte preferido, para practicarlo, era la montaña. Las salidas a Sierra de Gredos, las tenía siempre a mano. Estuvimos una tarde charlando largo y tendido en mi casa, mi esposa, él y yo. Atravesaba una crisis. Una profunda depresión. “Tengo que irme unos días  a la nieve, a la montaña, necesito relajarme,  pero lejos, voy a irme a los Alpes”.

Se fue a la montaña, como había dicho. Supimos luego que una tarde en esos Alpes Suizos, con una fuerte ventisca, cuando los montañeros volvían al refugio, Alejandro Lorenzo, experto, valiente,  se empeñó en, precisamente, salir a esa hora, en esas condiciones. Era complicado. Peligroso. Le insistieron que no lo hiciera. Terco, se fue, se perdió en la nieve y no volvió.

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