Sueños de Olimpia

No es racismo, el problema es de educación

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photo_camera Vinicius.

"Tenemos un problema de racismo en nuestro país", declaró el presidente de la Federación Española, Luis Rubiales. Sí, tenemos un gran problema. Pero no es una cuestión de racismo

Los bochornosos incidentes sucedidos en el campo de Mestalla, durante el partido de fútbol entre el Valencia y el Real Madrid, con especial énfasis sobre el talentoso jugador brasileño Vinícius, han suscitado una gran repercusión.

Como suele suceder en tantas ocasiones, el foco se ha desviado a un ámbito exclusivo. "Tenemos un problema de racismo en nuestro país", declaró el presidente de la Federación Española, Luis Rubiales. 

Sí, tenemos un gran problema. Pero no es una cuestión de racismo. Es un problema de la mala educación, de la falta de valores y respeto que sufrimos en España, desde que alguien decidió que los modales que nuestros padres nos grabaron a fuego eran obsoletos o autoritarios. En resumen, de fascistas.

El fútbol congrega a multitudes en un estadio de toda condición social. La mayor parte se identifica con unos colores, y no concibe el partido como un simple espectáculo deportivo, sino como esa "guerra sin muertos" que tan bien definió el escritor argentino Osvaldo Soriano.

En base a ello, todo lo que se oponga a la victoria -rival, árbitro, la otra afición- será una amenaza a combatir desde la grada. ¿Cómo? Animando al propio para mejorar su rendimiento e intimidando al enemigo para reducirlo. El insulto es el recurso general. Ya sea por el color de su piel, nacionalidad, religión, altura, peinado, familia... Todo vale.

Ese comportamiento, en una España más conservadora -cuando al fútbol se iba con corbata- se consideraba inapropiado en una persona decente y se censuraba en los medios. 

Hoy, nos asustamos del ambiente en los estadios, institutos, hospitales o en las calles. Tenemos lo que hemos sembrado durante años de mala educación.

Y, a todo esto: ¿qué pensarán los árbitros?

Si lamentables fueron los incidentes en el campo de Valencia, lo sucedido después no destacó por su coherencia.

El presidente de la Liga, Javier Tebas, mostró su alto nivel de zoquetería enzarzándose en un discusión digital con el propio Vinícius, quien tampoco está gestionando bien su comportamiento en el campo esta temporada.

Añadió más leña a la hoguera el presidente brasileño Lula da Silva, instando a España a solucionar su racismo. Lo afirma quien tuvo que instaurar un Ministerio de Igualdad Racial para paliar la fractura social con los negros. Ahora se permiten dar lecciones de democracia a España.

También participó el diario británico 'The Times', censurando la imagen de nuestro país para organizar un Mundial, evento donde los aficionados ingleses se caracterizan por su exquisito comportamiento, dentro y fuera de los estadios.

Siempre que el presidente Tebas mete la pata -algo frecuente- aparece su homólogo en la Federación, Luis Rubiales, para hurgar en la herida y reivindicarse.

Rubiales afirmó ufano que la Liga no combate el racismo con la contundencia que hace su Federación. Bonitas palabras que contrastan con la venta de la Supercopa a una dictadura racista -y además machista, homófoba e ideológica- como Arabia Saudí. Es difícil ser más cínico.

Durante la pasada semana, los tertulianos que saben de todo exigieron que, desde ya, se suspendan los partidos en los que se insulta a un jugador. De ser así ¿se terminaría alguno?

Y, a todo esto ¿Qué pensará la figura más vilipendiada y agredida del fútbol español? Está mal insultar a un jugador, pero al árbitro que lo zurzan. Extraña que este colectivo no convoque una huelga de celo. 

El basurero de los peores instintos

Muchas personas, sin importar sexo o nivel cultural, social, económico, se transforman en auténticos cafres en un estadio. La cita semanal con el fútbol se convierte en una válvula de escape de frustraciones de su existencia o, simplemente, permite sacar su cara más ancestral, más salvaje, liberándose durante unas horas de los límites éticos o morales que impone la sociedad impecable. ¿Son racistas? En Valencia jalean y animan a futbolistas negros locales como Correia, Kluivert y Musah; pero insultan al negro Vinícius o a blanco y español Carvajal porque portan una camiseta diferente. O simplemente se unen en un momento eufórico a una consigna, originada por lo general en el grupo de extrema derecha o izquierda que alberga cada club. Otro ejemplo de esta peculiar actitud sucedió unos días después, durante el partido Real Madrid-Rayo Vallecano. Antes del comienzo -cómo no- pancarta contra el racismo. Muy bonito. A los pocos minutos, el señorial Bernabéu canta "vallecanos, yonkis y gitanos". ¿Alguien solicitó multa y cierre del estadio?

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