análisis

La rareza de la normalidad

El paso de los años me ha dado, además de canas, la certeza de ver que no escuchamos a los que saben

Con el paso de los años y la suma de más de una cana en mi cabeza, que lejos de aportar glamour a mi ya cada vez escasa melena la ha convertido en algo así como una carretera con líneas pintadas de forma aleatoria, me he dado cuenta de que no sabemos escuchar. Fingimos que lo hacemos, incluso hasta parece que asimilamos lo que nos cuentan con atención, pero no es cierto.

La juventud, la obstinación en conseguir retos o alcanzar imposibles nos lleva a tropezar con piedras que otros, generalmente más viejos, ya vieron antes.

En el deporte, pasa todos los días. En algo tan enraizado en la cultura de cualquier país como es la práctica deportiva, resulta increíble ver a cientos de jugadores y atletas que fracasan en sus carreras por no escuchar a la experiencia.

La sociedad, empeñada en buscar referentes donde no los hay, sigue encumbrando a ídolos con pies de barro, gente que no es ejemplo de nada y que muestran un mundo irreal a las generaciones venideras.

Ser normal o vivir como el resto, en definitiva ser un ser terrenal, no está bien visto, lo vemos en la televisión todos los días, es algo considerado vulgar, un hecho que ocupa redes sociales para mostrar la rareza de ser como el resto.

Coches de lujo, opiniones sin mesura o escándalos de todo tipo son el pan de cada día de muchos 'heroes'. Esos mismos que no escuchan, los que no saben lo que vale un café, son los que llevan a las futuras estrellas a ser un fracaso bañado en oro. Seres vacíos.

Por eso, escuchemos y demos la posibilidad de escuchar. Más charlas, más lecciones de vida en los equipos de base. Menos referentes de mentira. 

El día que entendamos eso, el deporte volverá a ser eso, deporte. 

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