Con Nico, mi San Martiño más especial

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"Me he puesto el dorsal por medio mundo pero no puedo ocultar que siempre que lo hago para correr la San Martiño es muy especial", asegura Marco Rocha

He disputado más de 60 carreras en mi vida, siete de ellas maratones, dos veces NYC, dos París, otras tantas Madrid y una Londres. Me he puesto el dorsal por medio mundo pero no puedo ocultar que siempre que lo hago para correr la San Martiño es muy especial. Quizá porque desde que estudiaba en el Manuel Luis Acuña de A Carballeira o después en el Instituto de O Couto y la corría, ésta prueba va vinculada a mi biografía y a mi vida como corredor popular.

Desde que salía enfrente de Correos en la Calle Progreso y llegaba a la Alameda, con una distancia que no estaba homologada, hasta su nuevo recorrido y sus 10 kilómetros clavados. Todavía recuerdo, como si fuese ayer, como entraba en meta con mi padre y hacía con él los últimos metros de su mano.

Hacía seis años que por agenda de trabajo no podía correrla. Cada vez que se publicaba la fecha y no me cuadraba para venir a Ourense y ponerme en el puente del Milenio, cabreo que me cogía.

Si ya es especial esta prueba para mí, hacerlo por la causa que me movía este año, lo era mucho más. Hace más de un año que Bea, antigua compañera mía de instituto, reclamó mi atención para recaudar fondos para luchar contra el cáncer infantil que padecía su sobrino, Nicolás, de dos años.

Es admirable su empuje y el de sus dos hermanas, Patricia y Ángela, la madre del pequeño. Cuando me propusieron ser embajador de esta carrera para obtener dinero para seguir investigando para combatir contra esta enfermedad, no dudé en aceptar.

Me serigrafié el logo de Nico contra el cáncer (@NicocontrCancer en twitter) en mi camiseta, cogí mi cámara Bandit de TomTom para retratar la experiencia y a correr por las calles de mi ciudad.

Con la colaboración del Consello Municipal de Deportes (CMD) se abrió un “dorsal 0” para que cada persona que quisiese (corriese o no la prueba) pudiese apoyar esta causa.

El día amaneció con una inmensa tromba de agua. Lo que se dice llover a cántaros. Pero es emocionante ver como esto no puede con los más de once mil corredores que estábamos inscritos. Esta carrera tiene una fuerza que desafía las inclemencias metereológicas como en esta edición.

Volver a estar en el puente del Milenio para tomar la salida era volver a experimentar de nuevo una sensación de alegría difícil de explicar. La carrera no tiene un perfil rápido, todo lo contrario. Pero sí que es muy atractivo por que recorre las principales calles y lugares emblemáticos de la ciudad.

El primer paso por el Puente Romano es uno de los puntos más bonitos de la prueba, con música en directo y mucha animación. Y de ahí todo Progreso en adelante.

Me llama mucho la atención, y mira qué estoy acostumbrado a verlas, los puestos de pulperías durante todo el recorrido. Ir corriendo, con la lluvia que caía y que en tus pulmones entre ese olor tan característico es uno de los rasgos más característicos de esta carrera. Unos olores muy lejanos a los de las cremas de calor/ frío o bebidas energéticas que caracterizan las carreras populares.

Y así estamos ya en el kilómetro 4, la casa de mis padres, donde pasé mi infancia y adolescencia y a donde vuelvo cada vez que me puedo escapar para volver a mi tierra, mis orígenes. Allí como cada año me esperaban los ánimos de mi familia.

Seguíamos serpenteando por la zona del jardín del Posío y seguía la gente en la calle animándonos. Qué mérito el nuestro y el de los que nos aplaudían con lo que llovía.

Plaza mayor, calle del Paseo y barrio de las Lagunas adelante. Al tratarse de una carrera benéfica, no importaba el tiempo, algo raro en mí, pero así lo había planificado. Hacía dos semanas que había corrido la maratón de NYC y tampoco tenía las piernas para ir más rápido. La gente a mi paso reconocía la causa por la que estaba por las calles de Ourense.

Volver a subir el Puente Romano para enfilar la meta, y ver los últimos metros repletos de gente, hicieron de este momento uno de los especiales de la carrera. Además, al cruzar el arco de meta me estaba esperando Nico y su madre. Ese pequeño valiente que cada día desde que nació nos da una lección de vida, de fuerza y de optimismo. Aquellos que quieran sumarse a esta noble causa sólo tienen que visitar las redes sociales de @Nicocontrcancer en Twitter, Facebook e Instagram. Ahí encontraréis cómo contribuir con la investigación contra esta enfermedad y podréis ver la prolífica actividad que llevan a cabo Ángela, Patricia y Bea, madre y tías ejemplares, dignas de admiración, en la lucha contra el cáncer al que ellas han decidido mirarle a la cara y sin complejos. Mi camiseta, con el logo del movimiento, la he donado para una subasta benéfica.

Encontrarme en meta con viejos amigos, compañeros de instituto o gente que sencillamente quería unirse a la causa que me movía en esta edición a participar han hecho de esta edición de la San Martiño una de las más especiales de todas las que he corrido, y van unas cuantas ya…

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